domingo, 21 de julio de 2019

SOCIEDAD DE NACIONES


Cien años han pasado desde que por el Tratado de Versalles se fundaba la "Sociedad de Naciones", germen de lo que hoy son las Naciones Unidas. A través de la pluma de Salvador de Madariaga, voy conociendo un poco de los entresijos de aquella organización que. al igual que ocurre con la actual ONU, poco o nada lograba en relación con los medios, personas, y gastos que generaba.
Largo y prolijo sería relatar (y llevo unas pocas páginas) el enorme entramado de la tal institución. Una organización que, por cierto, mangoneaban un par de naciones (Francia e Inglaterra), las cuales no se ponían de acuerdo ni tan siquiera en cómo había que denominarla si "Sociedad de Naciones" o " Liga de las Naciones". 

Ni que decir tiene el tiempo que se perdía en ponerse de acuerdo en las transcripciones de los documentos. Una misma palabra de diferente sentido en ambos idiomas, podía dar al traste con decenas de días de trabajo, y reuniones.
Existían Comisiones, subcomisiones, grupos de trabajo para casi todo, con resultados que, a mi como lector, me resultan frustrantes.
Leer el relato de las reuniones de una Comisión de Desarme, provoca que como ciudadano del mundo me plantee, la relación coste/resultados.
No era extraño asistir (según las palabras de Madariaga) al defraudante espectáculo de, logrado un acuerdo, cogido con alfileres; un cambio de gobierno, antes de la firma, diera al traste con todo lo acordado.
Al igual que hoy ocurre con ese enorme "Elefante" que es la ONU, la madre de la criatura le marcó el camino de la ineficacia, y la ineficiencia. Conseguir que el "elefante" levante una pata, cuesta un "potosí". Que el "paquidermo" de un paso, eso es misión casi imposible. Cuando nuestro mundo precisa con urgencia respuestas inmediatas, a los problemas que surgen en cualquier lugar del globo; el "elefante" es incapaz de romper la "tela de araña" que le envuelve. Cuando el "mamífero placentario" logra ponerse en marcha, el mal es irreconducible.
Muchas esperanzas se pusieron aquel mes de junio de 1919 en la "Sociedad de Naciones". Demasiadas, quizás, vistos los magros resultados que se han logrado a lo largo de un siglo. Su primer fracaso fue, su incapacidad para evitar la segunda gran tragedia que asoló el mundo.
Una tragedia que se anunció con la suficiente antelación como para haberla evitado. Pero, más preocupados por el lugar que los representantes de los países ocupaban en las mesas; valorando la calidad de los canapés que se servían en las diferentes delegaciones, fueron incapaces de ver; o simplemente no quisieron, lo que ocurría a su alrededor, sobre todo en Alemania, desde los comienzos de la década de los años treinta.


Mientras las muy extensas reuniones de comisiones y subcomisiones sobre desarme perdían el tiempo intentando regular la producción de aquellos productos químicos potencialmente utilizables para la fabricación de explosivos; los gobiernos de Alemania trabajaban a marchas forzadas para lograr un rearme que, en teoría, y según los acuerdos del Tratado de Versalles, les estaba vetado.
Mientras unos y otros discutían sobre cuál era el verdadero alcance la palabra "desarme"; y si ese concepto era de aplicación por igual a todos los miembros integrados en la Sociedad de Naciones; las fábricas y los astilleros alemanes producían a discreción todo tipo de armamento y municiones para una contienda que estaba en la mente de todo el pueblo alemán, que se sentía humillado por los términos que se tuvieron que aceptar en el armisticio de 1919.
La hija única de la Sociedad de Naciones, cambió las orillas del Lago de Ginebra, por las riberas del río Hudson; pero, mantuvo, y mantiene, las esencias genéticas de su madre. Y hoy, cien años después, poco han cambiado las cosas. Sólo ha variado el tamaño, y el ingente número de burócratas que viven de ese ir y venir de despacho en despacho, de sala en sala, de comisión en comisión, de asamblea en asamblea, sin lograr que algo cambie de verdad.
De igual manera que ocurría en la Sociedad de Naciones, en la que todos se miraban de reojo; en la que la desconfianza era la amiga inseparable de cada país; en la que nadie se fiaba de nadie; hoy, nada de eso se ha superado; sino que se ha aumentado con nuevos intereses económicos, militares, estratégicos de bloque.
Más de doscientos países y sus burócratas correspondientes, inundan el edificio de Manhattan, y sus múltiples delegaciones esparcidas por todo el mundo. El coste de tal estructura administrativa, no creo que alguien lo sepa. Todo para no ser capaz ni tan siquiera de poner un poco de orden y cordura, en un asunto tan sensible como son los movimientos migratorios de millones de seres humanos que mueren en mares y desiertos, sin que ninguno de los doscientos miembros de ese inmenso "elefante" sea capaz de alzar la voz.
Para lavar su propia incompetencia, la propia madre ha descargado su responsabilidad, sobre esa legión de hijas alumbradas para que deslumbren a los ciudadanos, y de esa manera no podamos ver lo que ocurre en el acristalado edificio neoyorquino.
Para solventar las hambrunas, las miserias, los desplazamientos por causas de guerras, hambres, o tragedias varias, realizan un anuncio publicitario, y nos piden a nosotros que les ayudemos a solventarlo.
Mientras degustan manjares en los estupendos restaurantes de la Quinta Avenida, nos encojen el corazón con la imagen de un niño famélico; o muerto en brazos de su abuelo al haber sido bombardeado su pueblo, situado en cualquier lugar del mundo.
Todas las esperanzas que algunos bienintencionados pusieron en la sede ginebrina de la Sociedad de Naciones, han resultado fallidas; como tantas veces ocurre.
La frase de Madariaga: "Nadie se fiaba de nadie", cien años después no ha perdido un ápice de virtualidad.





viernes, 19 de julio de 2019

LA GRIPE DE 1918


El ilustre médico ingles Sydenham nos ha legado una descripción de una epidemia de tos, acompañada de fiebre, que se desencadenó en la Gran Bretaña en los últimos meses de 1657 y a la cual prácticamente no escapó ningún súbdito de Su Graciosa Majestad. No es esta la única descripción de la gripe que se encuentra en los anales de la Medicina, pues ya la describió Hipócrates en el siglo antes de Cristo. Esta antigüedad de la enfermedad la convierte en una de las dolencias que mayor numero de denominaciones ha recibido. La denominación de “gripe” puede proceder de un vocablo alemán “greifen”. En italiano recibió el nombre de “influenza”. La epidemia de Paris del año 1414 recibió en nombre de “tac” por la rapidez con la que se manifestaban los síntomas.
Nos referiremos en estas líneas a la gripe española de 1918; año de gracia en el que se vivió el fin de La I Guerra Mundial.
En un mundo convulso, a pesar del término de la Gran Guerra, y de una no menos situación inestable en España, nadie paró mientes en tu telegrama de agencia perdido en las páginas interiores de los diarios y que decía escuetamente: En Dueñas se ha presentado una epidemia gripal de la que hay 200 atacados.
Ajenas a estas preocupaciones, las gentes de bien releían con fruición lo que las revistas chic insertaban en sus páginas de moda. O se informaban del rotundo éxito del maestro Serrano con su zarzuela “la Canción del Olvido”.
A pesar de nuestra neutralidad no nos libramos de padecer las terribles plagas que todas las guerras traen consigo: hambre, peste, e inmoralidad.
Nos azotaba cierta mortífera epidemia llegada a nuestro suelo desde los frentes de batalla, y que reexportada a Francia se le dio en llamar gripe española.
El entorno socio económico en el que se encontraba España era deplorable, con hambre y miseria en las capas populares de la población, a las que no habían llegado los beneficios derivados de nuestra neutralidad en la Gran Guerra. La epidemia de Gripe no hizo otra cosa que entenebrecer el oscuro panorama que se cernía sobre España.
Pese al creciente número de madrileños que empezaron a guardar cama, las gentes de la Villa y Corte no se tomaron demasiado en serio el virus gripal. La muerte de algún político de renombre fue considerado un hecho coyuntural justificado por la edad. Pero, pronto las gacetillas de prensa advertirán:
“En las oficinas del Estado y en entidades oficiales y particulares sigue propagándose la dolencia que determina nuevas e innúmeras bajas”.

A pesar de que hasta el mismo rey dio con sus huesos en la cama, seguía sin tomarse en serio. Los optimistas de turno llegaron a creer que esta gripe sería tan benévola como la padecida en 1890; pero, las circunstancias que se daban en 1918 nada tenían que ver con aquellas.
La gripe de 1918 fue considerada como un efecto derivado de la guerra: la fatiga de los combatientes, la debilidad de las poblaciones subalimentadas y la miseria de los campos de prisioneros ofrecieron a la plaga un terreno demasiado favorable.
La movilidad de personas por todo el orbe aportó su granito de arena. En los puertos de Europa Occidental había un extraordinario abigarramiento de gentes de todas partes de mundo portadores de cepas gripales diferentes, que probablemente permitió el desarrollo de un virus híbrido extraordinariamente virulento.
La alarma se insinúa a partir del 26 de mayo, en el momento en el que se aprecia una elevación de la mortalidad habitual. Una mortalidad que llegó en la capital del reino a más de cien personas diarias. A escala mundial la morbilidad afectó entre el 50 o el 80 por ciento de la población; y la mortalidad llegó a cifras relativas del 3 por ciento alcanzando un número que superó los veintiún millones de almas.
Teatros y lugares públicos comenzaron a cerrar sus puertas. Comenzaron a desbordarse las pasiones, y los rumores más infundados comenzaron a tomar carta de naturaleza, Las gentes comenzaron a mirarse con desconfianza por miedo al contagio. El agua, el café, el trabajo en locales cerrados, los sermones de las iglesias, y los viajeros de allende nuestras fronteras, eran tratados con recelo.
La situación sanitaria en España, a decir de algunos, “sólo se encontraba en papel de oficio; pero, la organización activa de laboratorios y personal idóneo, que es la base de la profilaxia biológica esa no existe en España.
Los centros de enseñanza se cerraron, y la apertura del curso se retrasó.
No ayudó tampoco mucho, el desplazamiento de los veraneantes, que, del norte de España, trajeron la enfermedad a la capital.
En los inicios de 1919 la epidemia se ha extendido por todo el mundo, inclusos Australia. Todas las medidas profilácticas se demuestran ineficientes.

Un año después de iniciada la epidemia, en España se estimaron que un total de ocho millones de ciudadanos fueron los afectados, y las muertes originadas superaron con creces las doscientas mil.
Una vez más España tuvo que arrastrar el san Benito de algo que no fue en absoluto su responsabilidad; si es que responsabilidad se puede pedir en el desarrollo de una epidemia tan sumamente letal como la denominada “Gripe Española”.


martes, 16 de julio de 2019

EL VALLADOLID DEL SIGLO XVI


La historia de las viejas ciudades es como una línea quebrada con puntos cimeros, descensos y nuevas ascensiones. El historiador puede recalar en la inflexión más favorable y una vez allí estudiar en profundidad todos los aspectos de la población elegida: desde las cuestiones económico sociales a las realizaciones artísticas y las puramente urbanísticas. Valladolid, residencia de la Corte durante gran parte del siglo XVI tuvo entonces su primera época dorada; en tiempos contemporáneos un nuevo empuje ha hecho de ella el centro vital de Castilla la Vieja.
El Valladolid del siglo XVI, con su esplendor de capital, con su pujanza económica y su bullicio popular, que latía por calles y plazas: he ahí el sugestivo escenario y la rutilante que describimos.
Autos de Fe, justas, torneos, juegos de caña, corridas de toros, locas noches de San Juan. En Valladolid todo es pretexto para hacer una fiesta. El dinero corre a manos llenas y hay que plantar más viñas porque cada día se consume más vino. El transporte es caro, pero si es un año de escasez se va por vino a Portugal. Se consume terriblemente.
La nobleza se entrampa hasta los ojos con una burguesía que no sabe producir, pero que tiene dinero para prestar.
Hacia Valladolid afluyen inmigrantes de todas las regiones: asturianos montañeses, vascos. Unos buscan trabajo. Otros son pícaros que vienen a buscar entre tanto bullicio y actividad algún resquicio por el que infiltrarse en la vida dulce y sin trabajo. Los pobres oficiales son una decoración en todas las esquinas y tabernas de la villa, pues, a diferencia de los pobres segovianos, los de Valladolid participan del ambiente general de las fiestas, y por supuesto, no trabajan.
Valladolid llega al siglo XVI con un gran impulso económico. La comunidad judía establecida en 1413, alrededor de san Nicolas, había contribuido al auge comercial. La comunidad mudéjar había proporcionado mano de obra competente, y las grandes órdenes habían establecido allí conventos e iglesias.
Es una villa en pleno dinamismo, bien pavimentada que se deja influir por el Renacimiento y que ha sacado el mejor partido a sus oportunidades geográficas. Sus campiñas son aptas para el cultivo de cereales; y sus riberas son magníficos terrenos para huertas y jardines donde los potentados construían sus residencias.
Por privilegio real Valladolid tenía cinco leguas a la redonda de tierras propias que ponían bajo su jurisdicción los pueblos de la zona. Gran parte de la vida económica de Valladolid dependía de estos pueblos.

Dos factores condicionaron la historia vallisoletana en el siglo XVI:
-                 El aflujo de metales preciosos de América, que hará entrar la economía española en una etapa de         expansión. 
-              La presencia de la Corte. Primero con Carlos V y después con Felipe II hasta su traslado a Madrid        en 1559, época que coincide con el desastroso incendio que quemó la parte vieja de la ciudad.
Este segundo hecho fue un inmenso privilegio para Valladolid. La ciudad se vio transformada. La presencia de la Corte engrandecía la ciudad, transformándose por el lujo y el espectáculo. La producción artesanal y agrícola también vivió una época de expansión.
Valladolid no pagaba impuestos a la Corona lo que era una sustanciosa fuente de ingresos, aunque de manera negativa.
Cuatro periodos se pueden determinar en el siglo XVI vallisoletano:
1.- Hasta 1540. Se nota la abundancia monetaria por el flujo de metales preciosos de América. Crece la población, y toda la ciudad se dinamiza.

2.- Un segundo periodo que coincide con la estancia de la Corte. Años 1544 a 1559. Durante este periodo la ciudad conoce su máximo esplendor, Fluyen los emigrantes, los pintores y los artistas; suben los precios y los salarios. Aumenta la producción agrícola por la extensión de los cultivos, todo el mundo está ávido de créditos. Los orfebres y los cambistas hacen aumentar el volumen dinerario.
3.- Un tercer periodo se extiende entre 1559 y 1580, que se inició después de la decisión de Felipe II de trasladar la Corte a Madrid. Comienza a faltar trabajo. Se cierran las casas, pues la gente se marcha. Disminuye el consumo de carne. El incendio de la calle platería, fue todo un presagio. El 21 de septiembre de 1561 de manera fortuita se inició en la casa de Juan de Granada. A pesar de todos los esfuerzos buena parte de la ciudad antigua quedó arrasada por las llamas.
4.- Un cuarto periodo que se inicia en 1580 supone un nuevo auge de la ciudad con la llegada de los moriscos, y la aparición de la industria sedera y textil. La anexión de Portugal tuvo también un efecto positivo en el devenir de la ciudad.
Como vemos, Valladolid estuvo a merced de su capitalidad. En cuanto pierde esta, la ciudad se hunde; pero, mientras cuenta con este privilegio, lo aprovecha al máximo.


miércoles, 10 de julio de 2019

Luis II de Baviera: EL REY LOCO


El cine convertirá en figura de actualidad a Luis II de Baviera, llamado el rey loco por sus excentricidades. Fue un príncipe romántico, idealista, soñador, melancólico y sujeto a crisis de exaltación. Sus desviaciones fueron motivo de escándalo.
Pero más allá de estas excentricidades queda la figura de un rey de Baviera que vivió como tal una época difícil y que lo hizo con habilidad y sin bajezas: nos referimos a la unificación de Alemania bajo la égida de Prusia; episodio trascendente que merece ser tratada con una amplitud que excede a estas líneas.

En el Castillo del alto país del cisne, un chiquillo de unos trece años, tez pálida, cabellos negros y ojos inmensos de color azul, extremadamente guapo y esbelto contempla absorto el esplendoroso paisaje que le rodea. La imaginación del futuro Luis II vaga por los senderos de la leyenda de los relatos fascinantes del viejo mayordomo Josef.
El niño parece transportado a aquel desierto de abetos y cimas orgullosas que circundan la fortaleza.
Unas pisadas interrumpen las meditaciones del príncipe. Su educación espartana debe seguir, pese a las delicias del estío.
A despecho de las extravagancias de algunos de sus soberanos como Luis I, el pueblo bávaro idolatraba a su familia real. La dinastía y la religión eran dos elementos estrechamente emparentados.
María de Prusia casa con Maximiliano II transmitió a los dos hijos que nacieron los gérmenes de la demencia de la casa de Hohenzollern de tan funestas consecuencias para el linaje de Baviera.
El príncipe Luis nació el 25 de agosto de 1845.Su infancia fue triste. Vivía aislado, separado del mundo.  Desde mu pequeño se le inculcó el “sentido de la realeza”. Su incipiente orgullo se vio moderado por una timidez casi anormal.
Hasta los 14 años no tuvo otro compañero de juegos que su hermano Otón. Lo que le llevó a encerrarse en sí mismo, y crearse un mundo a medida de sus sueños; no tardando en dar muestras inequívocas de introversión patológica, obligado a buscar en su cerebro la compensación a la rígida soledad que le imponían.
A los 19 años Luis se convirtió en rey. Su pueblo apenas le conocía. Pero descubrió en el un príncipe de cuento de hadas, un rey de leyenda, un enviado del Olimpo.
Luis mostró por vez primera un arrebato pasional en febrero de 1861. Acudió a una ópera del compositor Wagner. Desde el principio el espíritu del príncipe heredero quedó en suspenso. Luis parecía transportado en éxtasis. Un consejo manifestó que “Su alteza llegó a inquietarnos. La representación le causaba un efecto diabólico, rayano en extremos morbosos”. Llegó a sufrir convulsiones, temiendo que degenerara en un ataque epiléptico.

Dos meses después de su coronación se entrevisto con Wagner, en el que le manifestó su deseo de que se quedara a trabajar a su lado.
Wagner hombre ambicioso cincuentón, curtido por las luchas de la vida, no dudo en sacar todo el partido posible de su privilegiada posición. Se rodeo de un lujo y un boato provocativos.
A sus oídos, atentos por una vez a la realidad, llegaron primero los murmullos, luego la sorda indignación del pueblo. La prensa importante, los diarios satíricos disparaban golpe tras golpe contra el músico, al que acusaban de haber hechizado al joven e inexperto Luis. Ante esta situación el rey tuvo que intervenir. El gobierno en pleno, respaldado por la reina madre, amenazó con dimitir. El día 10 de diciembre de 1865 Wagner partió camino del destierro.
En 1866 entra en escena Isabel, llamada familiarmente Sissi. Dos seres sorprendentemente parecidos: melancólicos, artistas, sensibles a todo tipo de belleza. Entre ellos se intercambió una correspondencia místico- amorosa-fraternal con la que daban rienda suelta a las fantasías de sus atormentados espíritus. Aunque no por ello Sissi, aunque no quisiera demasiado a su marido, le fue irreprochablemente fiel.
De forma precipitada pidió la mano de su prima Sofia, a que bautizó con el nombre de Elsa y a su suegra Ludovica le dio el apelativo de Walkiria.
Pronto se cansó de cortejar él mismo a la novia y se contentó con enviarle enormes ramos de flores.
Luis contemplaba la llegada de la fecha de boda con auténtico terror, y la desposada dejó de recibir ramos de flores, paso a ser destinataria de cortos en insulsos mensajes capaces de desanimar a la más enamorada de las prometidas.
Tras varios retrasos infundados de los esponsales el compromiso terminó por romperse.
Liberado de Sofía Luis II ya sólo será prisionero de sí mismo.
De su pluma salieron estos escritos:
Me he librado de Sofía. La sombría imagen se borra para siempre. Por fin he vuelto a vivir, después de esta pesadilla.
....
Gracias a Dios el terrible acontecimiento no se ha producido.

Tan misteriosa como fue su vida, lo fue su muerte. Luis II salió de paseo con su psiquiatra sin escolta ni más compañía. Cuatro horas más tarde los cuerpos sin vida de Luis II y del médico fueron rescatados de un lago cercano. Nadie sabe lo que en realidad pudo ocurrir en aquella cerrada noche cuyas nubes aún cubren el enigma.



sábado, 6 de julio de 2019

1948: EL PRIMER CONFLICTO ARABE-ISRAELI(II)


Todos los políticos lúcidos y deseosos de la paz mundial pensaban que aquel fuego que acababa de prenderse no estaba destinado a apagarse. Por ello estaba a favor de una solución negociada del conflicto; de un acuerdo entre los beligerantes que condujeses a un reparto de Palestina. Preconizaban un modus vivendi entre árabes y judíos, que tendiese a lograr su coexistencia en aquel suelo tan disputado.
 La guerra de 1948 revistió un carácter bastante extraño; pues varias treguas sucesivas, más o menos respetadas. La dividieron en fases activas o pasivas durante las cuales jamás se interrumpieron las negociaciones.
La Liga Árabe, el 30 de mayo logró expulsar a los judíos del casco antiguo de Jerusalén.
La resistencia de las fuerzas árabes del interior se derrumbó rápidamente. Unos cuantos actos de violencia cometidos por los judíos y hábilmente publicados por ellos mismos aterrorizaron a la población árabe y lograron que esta huyese para reunirse con los invasores. Este éxodo árabe planteó un nuevo problema: el de los refugiados.
Pero la situación de las fuerzas judías era demasiado débil, y hasta el 10 de junio no lograron poner fin al cerco de la parte judía de Jerusalén. Un cerco que había durado tres meses.
El 9 de junio las partes habían aceptado una tregua de cuatro semanas, durante la cual los observadores internacionales trabajaron en la búsqueda de una tierra de nadie, algo que se logró; pero, al cabo de las cuatro semanas no habían logrado conseguir una solución conciliadora y el día 9 de junio se reanudaron los combates.
Contrariamente a lo que cabía esperar, los judíos emprendieron la ofensiva en todos los frentes y consiguieron ventajas casi generales. Tan sólo los iraquíes consiguieron algunos éxitos en Samaría.
Los combates cesaron de nuevo el 19 de julio, merced a un acuerdo de la ONU el 15 de julio que declaraba prorrogada la tregua.

La diferencia de esta tregua es que fue impuesta a los beligerantes, y no aceptada por las partes el conflicto. La Pregunta que muchos se hicieron fue ¿tenía la ONU los medios necesarios para imponerla?
Comenzó entonces el periodo estadounidense de la tregua.
El sistema aplicado se demostró escasamente eficaz, y los observadores solo consiguieron resultados parciales y temporales.
Esta vez fueron los judíos los que violaron la tregua al ejecutar progresivamente su plan de operaciones ofensivas, en presencia de unos árabes divididos y pasivos y de los observadores paralizados y carentes de medios para hacer observar la tregua.
La Haganah   se mostró muy activa en la región del Hebrón, ocupando también toda Galilea y algunos pueblos fronterizos del Líbano. No obedecieron la orden alto el fuego  hasta que no hubieron logrado sus objetivos.
El 30 de noviembre, los comandantes en jefe judío y transjordano de Jerusalén firmaron un acuerdo de alto el fuego, sincero y efectivo. Este acuerdo sí sería respetado.
El 24 de febrero de 1949 fue firmado en Rodas un armisticio entre Israel y Egipto que saldo el fracaso e la invasión de Palestina por las fuerzas árabes.
El texto del acuerdo establecido el 3 de abril de 1949, Transjordania fue denominada Reino Hachemita de Jordania lo que implicaba el reconocimiento por parte de la ONU de la incorporación de la parte árabe de Palestina al reino de Abdullah.
Así terminó la Guerra de la Independencia de Israel, sin que la cuestión Palestina quedase zanjada por su reparto entre Israel y Jordania. Tampoco se logró la solución del problema de Jerusalén, pues la ciudad antigua quedó en poder de las tropas jordanas y la zona moderna en manos de los judíos. Fue una gran ocasión perdida por la ONU de dotar a la ciudad de Jerusalén y de los Santos Lugares de un régimen internacional de ciudad libre. Ni Francia, ni la Santa seda que a través de la encíclica In Multiplicibus , que adoptaba las opiniones francesas logró demasiada resonancia entre sus fieles.
En el éxito relativo que logro alcanzar la ONU, un papel esencial lo representaron los observadores, algunos de los cuales perdieron la vida, al convertirse en observadores-blanco.
El doctor Weizmann, jefe del Estado de Israel les rindió homenaje con estas palabras:

Si no han conseguido ustedes, señores, impedir esta pequeña guerra – aunque para quienes la hacen, una guerra jamás es pequeña- por lo menos la han reducido a unos límites angostos y a unas proporciones aceptables.

viernes, 5 de julio de 2019

1948: EL PRIMER CONFLICTO ARABE-ISRAELI(I)


Mandato británico desde la Conferencia de San Remo (abril de 1920), Palestina se encontró dividida, a partir del 29 de noviembre de 1947, por una resolución de la ONU que creaba sendos Estados- árabe, uno; israelí, el otro- e internacionalizaba la ciudad de Jerusalén. La retirada de las tropas inglesas el día 14 de mayo de 1948 supuso el estallido de la primera conflagración entre ambas comunidades. Pese a la invasión del territorio israelí por las tropas de la Liga Árabe, la campaña se saldaría victoriosamente para los hombres de Ben Gurión, quienes- a fines de ese año y pese a tener el mar cortándoles una posible retirada- se apoderaron de Galilea y del Neguev y llevaron las fronteras del nuevo Estado hasta los viejos límites que separaban Palestina de Egipto.
El ejercito israelí asombró al mundo con sus éxitos fulminantes en la campaña del Sinaí (1956) y durante la Guerra de los Seis Días (1967). El carácter fragmentario de las operaciones de la Guerra de la Independencia ( 1948) no permitía prever que el nuevo Estado consiguiera organizar, en tan pocos años, unas fuerzas militares capaces de poner al enemigo fuera de combate con una sola ofensiva relámpago.
Tras la salida de los británicos de Palestina, y una vez constituida la Liga Árabe, las luchas entre árabes y judíos se retomaron; si es que en algún momento había desaparecido. La formación de la Liga Árabe compuesta por siete países que contaban con 35 millones de habitantes, y el apoyo de más de 350 millones de musulmanes esparcidos por el mundo, tenía una fortaleza más aparente que real; pues cada uno de ellos tenía dentro y fuera de sus fronteras, sus propios problemas e intereses que dificultaban la unidad.
Los recursos económicos de la Liga eran débiles y la coalición demostró su falta de ideas en el orden estratégico. A falta de estudios previos, su Jefe de Estado Mayor (un iraquí) no pudo hacer más que cruzarse de brazos. Por otra parte, y a pesar de las apariencias, la coalición sólo disponía de unas fuerzas militares reducidas.
El joven estado de Israel iba a enfrentarse a unos adversarios numerosos, pero de valor desigual, que actuaban sin ningún plan concertado y cada uno por su cuenta.

Antes estos ejércitos de brabucones, los judíos disponían de una baza importante: la clandestinidad de sus fuerzas. La Zvei Haganah, ejercito defensivo, se había forjado mucho tiempo antes durante el mandato británico, cuando se inició la resistencia contra los árabes primero y contra los británicos después. Contaba con jefes experimentados que había combatido en la Segunda Guerra Mundial casi siempre al lado del ejército británico. Gracias a esto veteranos el adiestramiento de las fuerzas israelíes era excelente, pues los cuadros de mando no se improvisan.
La austeridad era una de sus señas de identidad. En 1948 el ejercito de Israel tenía un sólo general.
En 1948 fue capaz de poner en pie un ejercito de 70.000 personas hombres y mujeres. Un esfuerzo extraordinario en un país de poco más de 700.000 habitantes. A pesar de esta movilización general, la organización de la retaguardia, así como la producción industrial y agrícola quedaron aseguradas, incluso en las horas más críticas.

La Haganah contaba con fuerzas estáticas, y elementos móviles. Los primeros protegían los Kibbutnizim cuando eran atacados, y cultivaban las tierras cuando el enemigo se alejaba. Las fuerzas móviles fueron reforzadas con la incorporación del Palmah (comando judío que había formado parte del Octavo Ejército británico).
Finalmente, la Haganah disponía de un servicio de contra espionaje de eficacia comparable a la del Intelligence Service. Sus fuentes de información estaban distribuidas por toda la diáspora, pues todos los judíos del mundo dirigían sus miradas hacia Jerusalén.
Cuando el 15 de mayo de 1948 el rey Abdullah disparó en Jericó el cañonazo simbólico que anunciaba la Guerra Santa, nadie podía prever el desenlace del conflicto entre los dos bandos.
Los árabes contaban con la superioridad numérica, y con el motor emocional del pan islamismo. Israel disponía también de sus bazas: la calidad de sus fuerzas, el apoyo de la diáspora, y la fe que había inculcado a los sionistas Theodore Herzel.



jueves, 4 de julio de 2019

LOS MOTIVOS DE MATEO MORRAL


El atentado de la calle Mayor contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia pareció aclarado y resulto con la muerte del presunto autor Mateo Morral, que se suicidó cerca de Torrejón de Ardoz. Se ha especulado mucho sobre los móviles que armaron el brazo terrorista. La hipótesis de su amor imposible por Soledad Vilafranca, a la que deseaba deslumbrar con un gesto “nietzscheano” tiene aire entre trágico y heroico que casa bien con la exaltación, el idealismo desaforado y la alta temperatura vital de algunos anarco-terroristas de aquella época.
Pertenecía Morral a una familia de industriales de Sabadell, que con el objeto de que Mateo completara sus estudios le envió a Alemania, donde se relacionó con los círculos extremistas. Nietzsche le impresionó.
Entre la juventud se discutían sus ideas sobre el hombre. Las ideas del pensador alemán impregnaron la mente de Mateo Morral; en su espíritu más bien solitario y nunca plebeyo. La idea del superhombre encajaba muy bien en su manera de sentir.
Las primeras traducciones del Zaratustra por parte de Maragall le depararon las críticas de buena parte de la sociedad de Barcelona.
Pero Morral podía ser nietzscheano sin que nadie le pidiera cuentas. La juventud anarquista de aquella época admiraba al pensador alemán, aun cuando los viejos libertarios de la I Internacional no estaban de acuerdo con los principios individualistas del autor de Así habló Zaratustra.
Morral padecía la exaltación de su apostolado. Cuando veía el boato de la Corte. Le acometían verdaderos ataques de furia y destrozaba las revistas en las que ese boato se reflejaba, en los quioscos de las Ramblas pisoteándolos en plena calle.
Se comprende pues, que la idea del atentado contra los reyes había seguido un proceso lógico en la mente de Mateo.
Sin embargo, a juicio de los historiadores, en la decisión de Morral hubo algo más profundo que esa furia.
Soledad Vilafranca era una mujer alta, bien formada, bonita que gustaba vestir con elegancia, la cual vivía con Francisco Ferrer. Ferrer nunca ofreció el aspecto de un anarquista tópico. La pareja presentaba la apariencia de un matrimonio acomodado tranquilo. A pesar de la diferencia de edad, Soledad veía en él a un apóstol, a un futuro mártir, y se adhirió a su suerte con un convencimiento total.
Mateo Morral contaba por aquel entonces 27 años, y un carácter apasionado.
Fue en la Escuela Moderna cuando Soledad entró en la vida de Mateo; quien no se podía explicar cómo aquella mujer joven y bonita podía amar y permanecer fiel a Ferrer. Recordaba las palabras del filoso alemán:  Todo es un enigma en la mujer... Por eso el hombre quiere a la mujer, el juguete más peligroso.
Morral era el guerrero; pero ¿era Soledad el juguete? En absoluto, porque Mateo, en el fondo no dejaba de ser un romántico. Para él Soledad era la señora y el caballero, a la antigua usanza.
Como profesor Morral pasaba largas horas a su lado, tiempo en el que no desaprovechó las oportunidades para insinuarle sus sentimientos. Sin embargo, esta se mostraba inexorablemente adicta en cuerpo y alma a Ferrer.

Su pasión ella fue en aumento, y un día le habló en términos apasionados como un héroe de novela romántica.
En el mes de mayo de 1906 la pasión había llegado al paroxismo. Las sonrisas y frases amables que Ferrer dedicaba a Soledad atizaba el incendio que devoraba el corazón de Morral.
A pesar de todo, el joven profesor no se dio por vencido. Se propuso como todo enamorado deslumbrar a su dama con un acto digno del superhombre nietzscheano.
Su objetivo lo tenía estudiado y marcado: los reyes de España.
Intentó, sin conseguirlo, obtener una invitación para presenciar la ceremonia en el templo. Entonces compró un hermoso ramo de flores y se dirigió a su habitación. Allí acodado en su habitación esperó el paso del cortejo. Pensaba en ella, no en el juguete. Pensaba en la dama a quien iba a ofrecer aquel terrible holocausto como a una deidad sangrienta y omnipotente.
Cuando la carroza real pasó por debajo del balcón, dejó caer a plomo la bomba oculta en el ramo de flores. En aquel instante en su mente las palabras de Nietzsche “El mal es la mejor fuerza del hombre”; y vio los ojos de Soledad que le miraban con asombro, pero sin admiración.

Soledad Vilafranca permaneció fiel a Ferrer hasta la muerte de este en los fosos del castillo de Montjuic, el 13 de octubre de 1909. Y fiel a su memoria hasta su postrer día.

martes, 2 de julio de 2019

EDISON, un americano cien por cien. (II)


Con sus 40.000 dólares en el bolsillo, Edison instaló un taller, compró maquinaria y contrato a 18 operarios. Si precaria contabilidad se reducía a dos ganchos: en uno colgaba las facturas que debía, y en otro las que tenía que cobrar. Nunca sabía si tenía o no tenía dinero. Por fin le convencieron de que debería contratar un contable. Lo hizo, pero el experto no sabía decir si el negocio ganaba o perdía; tuvo que despedirle y contratar a Will Carman.
Con su vida encarrilada decidió casarse, lo que hizo en 1871 con Mary Stilwell. Con una familia a su cargo comenzó a hacer lo que muchos otros hacían que era, modificar inventos, que proporcionaba buenos beneficios.
Por modificar el sistema telegráfico al uso, el empresario Orton le entregó 100.000 dólares; pero, Edison le puso como condición no cobrar todo el dinero de golpe sino a razón de 6.000 dólares anuales durante 17 años.
La cifra de 6.000 dólares del contrato con Orton, no daban para mucho, y se vio en el trance de ser embargado. Un embargo que paralizó sobornando descaradamente al sheriff por cinco dólares diarios.

La mala racha no duró mucho, y con su espíritu de trabajo y esfuerzo, sus inventos fueron siendo rentables.
Al tiempo que trabajaba en mejorar el invento del Graham Bell, investigaba sobre las vibraciones del sonido que se habían logrado grabar en un cilindro de cera, pero nadie había logrado reproducirlas.
Trabajo sobre ello, y en agosto de 1877 entrego a uno de sus operarios Kruesi, un boceto con la indicación de que lo construyese. Cuando este lo hubo terminado, le pregunto a Edison para qué servía aquel cacharro:
-               "Esta máquina tiene que hablar."
Le respondió. Nadie se lo creyó. Y se cruzaron apuestas. Como Edison no tenía dinero se aportó un cesto de manzanas. Se hizo la prueba y la máquina habló. Bueno, para ser más precisos: cantó. Una canción del oeste que había grabado uno de los empleados. Había nacido:  el fonógrafo.
Simultáneamente al trabajo con el teléfono y el gramófono, Edison había comenzado a hacer pruebas sobre el alumbrado eléctrico.

La guerra de patentes por el teléfono perfeccionado por Edison paró en parte los trabajos sobre el alumbrado. Trabajos que pudo reanudar en 1879 y volcarse en los trabajos sobre la luz eléctrica.
Ante los diversos fracasos le preguntaron:
-              ¿No es decepcionante que al cabo de tantos esfuerzos no haya logrado nada?
-                 He obtenido muy buenos resultados. Ahora conozco mil procedimientos que no sirven.
Respondió Edison.
Solucionados los problemas técnicos y de costes; esto último muy cuestionado por los escépticos científicos de siempre, en 1879, después de ímprobos esfuerzos Edison pudo ofrecer al mundo entero su gran invento: el alumbrado público.
La demostración definitiva se haría en Nueva York, donde se había conseguido la autorización necesaria para instalar alumbrado eléctrico en un sector de un kilómetro cuadrado de extensión.
Un problema no previsto surgió en Nueva York. La profusión de cables de arcos voltaicos, telégrafos y teléfonos, impedía la instalación de cables eléctricos. Un problema que Edison solvento de manera rápida: el tendido subterráneo de los cables.
Pero Nueva York era una gran urbe, y Edison se dio cuenta de que el gasto de cobre iba a ser aterrador, y que se iban a necesitar todas las existencias de los Estado Unidos.
Venciendo todas las dificultades y obstáculos sin cuento, en septiembre de 1882 se inauguró el alumbrado eléctrico en el barrio neoyorquino elegido.

El trabajo incansable de Edison le permitió llegar fresco y pimpante a la edad de 80 años; trabajando para la Marina en la Primera Guerra Mundial.
Su popularidad llegó a ser inmensa. Había trabajado mucho y había dado un sentido a su vida.
“He vivido mi vida. He realizado mi obra. Si hay un más allá estoy dispuesto para ello.
En un país en el que todo se valora en términos de dólares, el Times de Nueva York en su edición del 29 de septiembre de 1921, tasó el cerebro de Edison en quince mil millones de dólares. Y que había aportado a la riqueza nacional una media de treinta millones de dólares anuales durante un periodo de cincuenta años.
Murió en la madrugada del 18 de octubre de 1931.

lunes, 1 de julio de 2019

EDISON, un americano cien por cien.(I)


Edison, norteamericano típico, salido prácticamente de la nada, aprendiz en múltiples oficios, autodidacta, infatigable, amigo del éxito y del dinero como tantos paisanos suyos, dotado de un talento sobresaliente para las realizaciones de tipo práctico, legó al mundo una serie de inventos- desde el gramófono a la bombilla eléctrica, que han contribuido decisivamente al progreso material del siglo XX. Y también una curiosa imagen: la de un hombre eminente, pero no del todo convincente.
Hacia mediados del siglo XIX Nancy Elliot daba clases a su hijo en el porche de la casa, incluso en vacaciones; pues, el maestro de la localidad había echado a su hijo de la escuela, diciendo sin rodeos que el muchacho tenía una mente tan obtusa que intentar enseñarle algo era perder el tiempo.
Este muchacho tan cerrado, incapaz de aprender nada, se llamaba Thomas Alva Edison.
La inteligencia del niño se despertó de súbito a los nueve años; merced a un libro que le presto su madre: Escuela de Filosofía natural”. El muchacho quedó fascinado. En ese mismo momento se despertó su verdadera vocación: hacer experimentos y transformar las teorías en una realidad práctica. Instaló en el sótano de su casa un laboratorio propio y personal. Quería realizar por si mismo los experimentos que figuraban en el libro de Green Parker.
A los doce años se despertó otra de sus grandes ilusiones: ganar dinero. Y hacerlo por sí mismo. Con doce años se emancipó para llevar una vida independiente.
Este abandono del hogar no fue ningún acto de rebeldía; ni por desprecio hacia sus padres; ni para vagabundear por el mundo. Lo que pretendía era ganar dinero por su cuenta.
Consiguió autorización para vender periódicos y chucherías en el tren que cubría el trayecto de Port-Huron a Detroit. A la ida vendía chucherías, y a la vuelta los periódicos que se publicaban en Detroit.
Con el estallido de la Guerra de Secesión, sus perspectivas fueron mejorando. Comprobó que la gente estaba ansiosa por conocer el resultado de las batallas. Se puso de acuerdo con el telegrafista, y este enviaba a las estaciones que se plasmaban en unas pizarras, añadiendo que los detalles los encontrarían en los periódicos. Esta estratagema incrementó su venta de periódicos, y con ello logró amasar una pequeña fortuna.
Cuando concluía de vender periódicos, nunca antes de las once la noche, comenzó a hace pruebas experimentales con el telégrafo.
La suerte quiso que salvara de ser atropellado al hijo del jefe de estación de Mount Clemens. Este, en agradecimiento, le enseñó durante tres meses a telegrafiar.
Los vagones del tren fueron su nuevo laboratorio rodante. Consiguió a bajo precio una maquina de imprimir, y comenzó a publicar un periódico por su cuenta llamado:  Weekly Herald. Llegó a tirar hasta 700 ejemplares.

Un incendio en el vagón trajo como consecuencia que todo fuera a parar a la vía, y a Thomas le regaló una sordera para toda la vida, de los palos que el conductor del tren le propinó.
De regreso al hogar, y ante la prohibición de sus padres a que hiciera experimentos, decidió publicar otro periódico, dedicado a los chinchorreos del pueblo. Duró poco la publicación. El tiempo justo de que un ciudadano ofendido le diera una paliza y le tirara al rio.
Para poder dormir en el trabajo, inventó un dispositivo que marcaba las horas por él; pero, al ser descubierto decisión marcharse antes de ser despedido.
Inventó un sistema para que en el Parlamento se registraran los votos. Era algo sensacional. Una comisión lo encontró sencillamente perfecto; tan perfecto que tuvieron que rechazarlo.
Logró arreglar el sistema de cotizaciones de la Gold Exchange, que se había averiado por completo, en el breve espacio de dos horas; lo que le proporcionó un trabajo de 300 dólares al mes.

Más adelante, tras fundar una sociedad de “Ingenieros electricistas” pidieron a Edison, a título personal, el diseño de un sistema de control de las cotizaciones; tan a satisfacción que le ofrecieron comprarle la patente.
Edison pensaba pedir 3.000 dólares, pero dijo:
-Hágame Ud. una oferta.
- ¿Qué le parecen 40.000 dólares?
Edison tenia 23 años, y le tuvieron que enseñar cómo se abría una cuenta corriente en un banco.



GRIPE DEL 18

El ilustre médico ingles Sydenham nos ha legado una descripción de una epidemia de tos, acompañada de fiebre, que se desencadenó ...