viernes, 31 de mayo de 2019

LA BATALLA DE SALAMINA


Los dos intentos del Imperio persa de sojuzgar a las ciudades griegas fracasaron en Maratón (septiembre de 490) y en Salamina (septiembre de 480 antes de Cristo). La primera fue una batalla terrestre, y la segunda, naval, y en ellas se ventiló el triunfo de la forma de vivir que ha configurado la civilización occidental: la que se centra en la persona y en su libertad, frente a la fuerza de la masa y del mercenariado, típica de las culturas orientales. De donde la importancia de Salamina, piedra miliar de la Historia.
Esquilo, el gran dramaturgo griego, en su obra Los Persas desarrolla de manera sutil la desesperación del pueblo persa, al ser vencidos por griegos en las Guerras Médicas.
Sorprende que los griegos, divididos en pequeños Estados, pobres en recursos, desunidos políticamente, tuvieran la osadía de oponerse a un Imperio como el persa.
No obstante, ese pueblo pequeño e individualista, fue capaz de sentenciar a su favor el conflicto de más de cien años de duración, al que dio por concluido con la batalla naval de Salamina.
Jerjes, con un ejército de más de dos millones de hombres, atraviesa el Helesponto; construyendo para ello un puente de barcas.
Por mar envió el soberano persa una flota de mil trescientos trirremes.
Cuando Jerjes, henchido de soberbia, pregunta despectivamente al espartano Demorato
- ¿Se atreverán los griegos a combatir?
Este le responde:
-          Los griegos son temibles porque son pobres. No contéis su número. Los espartanos, aún solos os aguardarán a pie firme porque tiene un señor poderoso que es la Ley, la cual les impone la obligación de vencer, o morir”
Palabras que son corroboradas por lo acontecido en la Batalla de las Termópilas, llave de la Grecia septentrional. Leónidas no pudo frenar al ejército de Jerjes; pero, la lucha fue sangrienta y en los combates perdió la vida de manera heroica.
Los invasores persas parecen dueños de la situación; pero, Jerjes sabe que es esencial destruir la escuadra griega para lograr el triunfo final.

Temístocles, gran estratega, conoce las dificultades de enfrentarse en mar abierto, y se enfrenta al generalísimo de la escuadra Euríbiades, quien levantó el bastón de mando contra aquel. A lo que Temístocles respondió con esta frase:
-“¡Pega, pero escucha! Debemos proteger Salamina donde se han refugiado los habitantes de Atenas”.
Temístocles a base de falsas informaciones hizo caer al soberano persa en la trampa, lo que hizo cambiar de opinión a los, comprendiendo que solamente la unión les puede llevar a la victoria.
La adecuada estrategia de los griegos provoca gran daño en las naves persas, pero el más alto bordo de estas sobre las helenas hace imposible el abordaje hace posible que los famosos arqueros persas demuestren sus habilidades.
Las naves persas inmovilizadas, e incapaces de maniobrar por su pesadez son empujadas inexorablemente hacia la cercana costa.
Temístocles prosigue su triunfal avance. Ya no existe línea de combate persa. Su antes flamante escuadra semeja un rebaño aterrorizado al que azota la tempestad.
La diezmada escuadra de Jerjes huye, perseguida, en busca de refugio.
“El mar resuena en sollozos a la caída de la tarde, hasta que la hora en que la noche con su negro semblante, ocultó a nuestro rey Jerjes la vista de su vencedor”
Esto escribió Esquilo al final de la tragedia.

Se estiman en cincuenta mil las bajas que sufrieron las tripulaciones de la flota de Jerjes en Salamina y en diez mil las de los griegos.
En aquel memorable y sangriento hecho histórico se enfrentaron dos formas de vivir. Cada contendiente luchó por móviles distintos.
Los griegos, símbolo de la independencia, de la libertad de pensamiento, de la iniciativa genial del hombre. El ejercito persa, mercenario y sin ideales, significa la anulación de la personalidad; la fuerza de la masa anteponiéndose a la fuerza del espíritu: el dinero o la esclavitud como único pago al riesgo de perder la vida.

miércoles, 29 de mayo de 2019

EL GANDHI QUE YO CONOCÍ (II)


Mientras se encontraba en África del Sur, y antes de estallar la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar la conocida como “Guerra de los Boers” ¿Qué actitud tomó Gandhi ante este conflicto? Sin titubear tomo partido en favor de los ingleses y contra los Boers, algo que no sorprende tras el incidente en el tren.
Declarado el conflicto mundial, Gandhi se alineó de manera inequívoca del lado del Imperio Británico, sobre todo por haber sido violada la neutralidad belga, y la invasión de Francia, país al que consideraba “la madre de los derechos humanos”. Por su mediación logró formar un ejercito de más de un millón de indios que tuvieron un papel decisivo en la derrota del Imperio Otomano.
Al concluir el conflicto como la heroína de Racin dijo:
-“He aquí lo que he hecho; he aquí su precio”.
El precio era la autonomía de la India en el seno del Imperio Británico; al principio no pedía nada más.
El 13 de abril de 1919, día de su primera jornada de ayuno, huelgas y protestas, se inició una cruzada que concluiría en 1947, con la victoria. Una cruzada que fue única en el mundo.
En ese tiempo Gandhi ofrece uno de los raros ejemplos de hombre de acción que demora los fines, con objeto de no alcanzarlos los medios que los desmienten,
En vano los ingleses le encarcelaron cuatro o cinco veces; hecho que ocurrió por primera vez en 1922. Es en su juicio cuando se produjo un extraño espectáculo en tribunal: los magistrados se levantaron como un solo hombre, al entrar el acusado en el pretorio para saludarle antes de interrogarle.
Todo lo que hicieron fue en vano. Nunca aceptó renunciar al arma por él elegida: es decir, la no violencia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Gandhi se mantuvo fiel a sus principios; y lucho contra le Imperio Británico, por medio de la no violencia.
El 15 de agosto de 1947, la India alzada con toda su enorme dimensión, logró la independencia. Un hecho simbolizado en el acto de arriar el pabellón británico por parte de Lord Mountbatten, y que en el palacio del virrey se iza la bandera de la India independiente.

¿Qué hacía Gandhi mientras todo esto ocurría? No se asomó a ningún balco a responder las aclamaciones de la multitud, ni se abandonó a la embriaguez de una alegría que era casi enteramente debida a él. Gandhi se había encerrado y aislado, mientras lloraba, ayunaba, y se mortificaba.
Su postura es entendible, porque la independencia que se había logrado no había sido unitaria; sino de una India dividida, contra sí misma; dividida, en un Pakistán de mayoría musulmana y minoría brahmánica; y una India de mayoría brahmánica, y minoría musulmana.
Lloraba porque la India había sido desgajada por sus propios hijos, ya que por doquier estallaban las luchas comunales y religiosas.
De Gandhi se dijo: “Gandhi quiere vivir la verdad más bien que conocerla”
Al llegar a Inglaterra, ya casado y padre de familia, hizo voto de castidad; y en esos momentos en su libro de notas escribió:
“El hombre sólo es hombre si es capaz de dominarse. Si quieres ser grande, limítate”
Este reducido espacio es demasiado pequeño para no tan siquiera resumir el pensamiento y la forma de entender la vida del Mahatma Gandhi.
Gandhi contemporáneo de Rudyar Kiplin y de Paul Claudel hubiera podido decirle a Europa:
Jamás occidente encontrará a Oriente; jamás Oriente encontrará a Occidente”.  Sin embargo, le dijo a occidente:
“La igualdad es la condición para el dialogo. La dignidad es el apoyo del matrimonio. Ello significa que el dialogo y el matrimonio son posible”.

Su asesino atravesó su corazón con una primera bala; inmediatamente le disparó dos en el abdomen.
El Mahatma cayó hacia adelante con las manos juntas y murmuró:
 Hey, Rama (¡oh, Dios!)

Texto de Maurice Schuman

EL GANDHI QUE YO CONOCÍ (I)


Gandhi murió asesinado en 1948 ¿Sería la India lo que es hoy sin Gandhi? Su evolución y su independencia se aceleraron gracias a la acción no violenta, pero irresistible como una marea impetuosa, del Mahatma, que descubrió en las Bienaventuranzas de Jesús el fondo cristiano de su misión de hindú. En unos momentos en los que la India moderna gravitaba con un peso considerable entre Oriente y Occidente, la obra de Gandhi nos ayuda a comprender el misterioso mundo de la India. El 13 de abril de 1919, Gandhi inició su primera gran jornada de ayuno y la población hindú su primera jornada huelguista de protesta por el dominio de la Gran Bretaña sobre la India.
Gandhi no era uno de aquellos idealistas de pacotilla con los que con excesiva frecuencia se le comparado. El filósofo cristiano Nicolas Berdiaev, escribió que es preciso establecer una distinción entre la no violencia tolstoyana, que es una forma de no resistencia ante el mal, y la no violencia ghnadista que es una forma de resistencia al mal.
¿Qué significa la palabra Satyagraha que el mismo forjó en su juventud y que resume toda su doctrina? “Cuando el alma abarca la verdad, posee una fuerza de la que es preciso saber servirse para desengañar al adversario de su error por medio de la paciencia y de la simpatía, para despertar en él un cierto sentimiento caballeresco.”
Nacido en 1869, fue un hombre de la era victoriana. Su padre, primer ministro de un pequeño Estadio de la India Occidental, murió al poco de nacer él, por lo que fue educado por su madre. Hecho este que fue determinante. Porque Gandhi fue un hindú vaishnava , que es lo mismo que decir conservador del mundo. Esta pertenencia al dios Vishnú oriento a Gandhi hacia un esfuerzo de participación en la todopoderosa dulzura de la divinidad. Su madre seguidora del jainismo tenia como valor esencial la virtud de la no violencia como mayor moral.

La familia de Gandhi era relativamente pobre. Pero su madre, después de consultar a un sacerdote decidió que tenía que arrostrar los mayores sacrificios para enviarlo a estudiar a Inglaterra.
Cuando partió, ya estaba casado y era padre de familia, con tan solo diecinueve años.
En Londres Gandhi tomó afecto a aquellos londinenses laboriosos carentes de riqueza, pero no de amabilidad.
Su educación hinduista no fue incompatible con la cultura occidental. Fue la lectura del Nuevo Testamento lo que le orientó hacia los poemas sagrados del hinduismo. “A cambio del agua, ofrece una buena comida”.
Concluidos sus estudios regresó a la India en 1891 y se inscribió en el foro. Pero un defecto de pronunciación le dificultó le impidió abrirse camino en él. En su lucha por conseguir el sustento familiar acepto ser consejero jurídico de una empresa en África del Sur.
Allí llevó una existencia oscura, de la que no habría salido de no haber mediado un pequeño incidente.

Viajando en tren para defender a un cliente, este le había conseguido un billete en primera clase, donde entablo animada conversación con un inglés, recordando sus tiempos en Londres. Al llegar el revisor le dijo:
-          ¿Qué hace Ud. aquí? Tenemos al final del tren tenemos un vagón para los hombres de color.
Gandhi titubeó, pero la intervención del inglés zanjó la cuestión.
Sin embargo, Gandhi sintiose irreparablemente herido. Reflexionó noches seguidas, y se dijo:
“O bien voy a aprovechar mi educación, mi conocimiento del inglés y mis títulos universitarios para diferenciar mi suerte de la de los demás “culíes” o bien voy a consagrar toda mi vida a enseñar a los demás, a ese revisor y a los que piensan y sienten como él, que lo “culíes” son hombres. Y, además, iguales a los demás hombres”
A partir de ese momento, nunca más hizo un gesto ni pronunció una palabra que no fuese consecuencia de esta elección.
Pocas semanas más tarde curado de su defecto de pronunciación hablo por primera vez en público.
En una salita se hallaba reunida la flor y nata de la colonia india en África del Sur. Habló a sus oyentes de manera que adquirieran conciencia de sí mismos, diciéndoles:
“¡Soy perseguidos, pero también sois perseguidores! Es verdad que el orden social no es más que un aspecto del orden cósmico. Pero una sociedad fundamentada en la distinción de castas y de parias es contraria al orden natural. No os quejéis pues; empezad por ser mejores que los demás y conseguiréis su respeto”
 Tal fue el nacimiento de la Satyagraha que pronto pasaría la prueba de los hechos.

Texto de Maurice Schuman

lunes, 27 de mayo de 2019

BAJO EL SUMO SACERDOTE ANAS Y CAIFAS


Cuando la historia bíblica se sitúa en el contorno de los acontecimientos profanos aparece con sus valores humanos, sin perder nada de trascendencia y de su misterioso testimonio. Lucas, en evangelista más experto en humanidades cultas, que con un rasgo de ironía satiriza el nepotismo y la venalidad del viejo Sumo Sacerdote Anás, al comenzar la biografía de Jesús precisa los datos históricos del tiempo en que escribe: el año decimoquinto del emperador Tiberio y facilita el nombre del gobernador de Judea, el de los tetrarcas de la región, y del “Sumo Sacerdote Anás y Caifás”.
Apenas instalado en Palestina, Valerio Grato depuso al sumo sacerdote Anás que llevaba nueve años en el cargo.
Tras una intensa búsqueda Valerio dio con la figura que fuera signo de seguridad y continuidad. Un personaje incoloro, del que no sabríamos absolutamente nada de no haber tenido la fatalidad de verse comprometido como presidente del tribunal en el juicio más celebre de la Historia. Era un tal José, por sobre nombre Caifás, que era yerno de Anás. Un posible dato de su puritanismo fue el estar casado con la hija de un sacerdote. Tuvo el mérito de haber resistido en su posición, no sólo hasta terminar Valerio su mandato, sino durante la prefectura del no menos famoso Poncio Pilato. Dieciocho años de permanencia en el sumo pontificado fue caso único en la época. Cabría preguntarse a precio de qué actitudes. Pilato fue un antijudío y sanguinario. Sus arbitrariedades y represiones provocaron protestas públicas del pueblo y la nobleza, a veces a nivel heroico. Los mismos hijos de Herodes se le enfrentaron, sin sombra de acción por parte de Caifás. Incluso cuando el prefecto echó mano del tesoro del templo para subvencionar obras públicas.
Cuando los abusos de Pilato rebasaron el límite de la prudencia política del imperio, fue depuesto y procesado. El mismo legado que le removió, Vitelio, depuso también a Caifás.
Pero permaneció inmutable el verdadero pontífice, Anás, quien logró serlo a través de sus descendientes Jonatan, Teófilo, Matías, y Ananos junior. Era este último patriota elocuente, dinámico, eficaz, al que dejaron gobernar muy pocos meses. Murió durante la guerra contra los romanos, asesinado en Jerusalén por orden de los extremistas del propio país.
Al haber logrado colocar a tantos miembros de su estirpe, logró atesorar una inmensa riqueza, por lo que fue odiado y envidiado a partes iguales.

Cuando el Profeta de Nazaret les desautorizó públicamente en el templo, hirió la fibra más sensible de la familia sacerdotal; algo que no se lo iban a perdonar. Como él pensaba el pueblo: dice el Talmud: ¡Fuera de este lugar hijos de Helí: habéis profanado la casa de nuestro Dios!
Es bien sabido la intervención conjunta de Caifás y Anás en el proceso de Jesús, y su relativo entendimiento con el poder romano. San Juan Atribuye a Caifás, por reverencia al cargo, un atisbo de profecía cuando afirmó sentenciosamente en una previa reunión privada (que suelen llamar al mal consejo) que debía morir un solo hombre por todo el pueblo, a fin de que no pereciese la nación. Con esta frase, poco original, quería impresionar a sus compañeros de sanedrín invocando el fantasma de una intervención armada de los romanos si Jesús seguía difundiendo su mensaje.

Algunas iglesias de Siria creyeron, con ilimitado optimismo, que Caifás se había pasado, años más tarde, a la fe cristiana. No así Dante, que extrema contra él la crueldad de su imaginación al situarlo en lo más hondo del infierno, crucificado en tierra sintiendo y sintiendo sobre su cuerpo el paso de la eterna procesión de los hipócritas.
Oficialmente y en superficie fue Caifás el Sumo Sacerdote. Realmente y entre bastidores, lo fue Anás. Síntesis de mediocridad incolora y astucia sibilina. Comprensión para un pueblo bajo tales pastores.

Texto de Isidro Gomá Civit



sábado, 25 de mayo de 2019

PORLIER Y MANSO: dos héroes de la Guerra de la Independencia. (II)


Porlier y Manso; dos personajes notables entre los muchos que alumbró el “levantamiento, guerra y revolución de España – feliz expresión que se ajusta más a la realidad de los hechos que la denominación de “Guerra de la Independencia.”- quizás aquejada de retoricismo. ¿Cabe establecer entre ambos un paralelo? Sí, en tanto que la guerra, una contienda que no se parecía en nada a las guerras corteses del siglo XVIII, permitió que alcanzara elevados grados en la milicia un bastardo -Porlier- y un hombre del pueblo-Manso-; sí, en cuanto el destino les trató de manera tan distinta: Porlier, liberal exaltado, inicia la trágica serie de los Renovales, y los Torrijos, cuando tras el fracaso de la sublevación coruñesa muere en la horca. Manso, liberal modera, capea con tino y sin bajezas la difícil época de Fernando VII y se muestra siempre en el mando, humanitario y constructivo.
José Manso, de molinero a general
Nuestro héroe nació en Borredá un pueblecito de la montaña catalana, el 26 de septiembre de 1785. Educado en el domicilio familiar hasta los doce años, su madre le inculcó una educación cristiana. En sus juegos ya destacaba por su fuerza e intrepidez. Sus compañeros de juego a pesar de ello le admiraban por su bondad y nobleza. Enviado por sus padres a casa de un tío molinero, donde permaneció dos años, tras los cuales fue al molino de Sant Quinti, en Ripoll, que molía el trigo para su famoso monasterio.
Queriendo ampliar sus miras marchó a la Ciudad Condal donde trabajó en diversos molinos en los que cosechó fama de trabajador y honrado.
Cambió su actividad como molinero por la de fabricante de paños, en su pueblo natal; ocupación que desarrollaba cuando los somatenes del Bruch fueron derrotados por las fuerzas francesas. Enardecido por esta derrota, y por las noticias que corrían de que todos los jóvenes catalanes serían trasladados a Francia, se alistó en una compañía de Migueletes, en la que pronto alcanzó el grado de capitán; grado que rechazó porque su madre temía y odiaba la carrera militar. Accedió a aceptar el grado de teniente siempre que su capitán fuera su amigo Ramón Lladó.
Manso, puedo verse ascendido a capitán, en ese momento; pero, no accedió a ello hasta que en la línea del Llobregat derrotó a las tropas francesas el 15 de mayo de 1809.
Los guerrilleros de José Manso cosechan victoria tras victoria. Están en todas partes. Cortan las comunicaciones del invasor, secuestran a sus correos, e intranquilizan a los franceses en los breves momentos de reposo que les permiten.
Todos estos méritos le llevan a alcanzar el grado de coronel.
Tras el triunfo de las armas nacionales y la retirada del ejército francés, Fernando VII regresó a España, entrando en Cataluña el 22 de marzo de 1814. El coronel manso fue presentado al rey, quien conmovido por sus hazañas le brindó palabras de elogio. Fernando VII le invitó a cenar. Durante la comida el ex molinero recibió del rey pruebas muy expresivas de predilección no dudando en servirle de su propia mano algunos de los platos que se sirvieron en el ágape.

Terminada la guerra Manso fue nombrado gobernador de la ciudadela de Barcelona, y tras el oportuno juicio contradictorio Fernando VII le concedió la Gran Cruz Laureada de San Fernando.
En la vida de José Manso todo es extraordinario con un sabor a leyenda romántica.
Conoció a Antonia Bosch de quien se enamora con la fuerza y pasión de un joven. Antonia Bosch, aunque no era muy bella tenía un raro y especial atractivo.
El idilio fue bruscamente interrumpido en 1808, para combatir a los franceses que invadían España. Esta separación fue definitiva, y nunca más se volvieron a ver. Y por estas cosas de la vida, José Manso contrajo matrimonio con Felipa de Julio, joven dueña que fue de Antonia.
Nombrado comandante general y jefe político de Tarragona, don desarrollo una meritoria actividad humanitaria y pacificadora en la lucha contra los realistas. Puso gran interés en socorrer a centenares de jornaleros, excombatientes, que habían quedado sin recursos por falta de trabajo; para ello los destinó a una obra de utilidad pública: el nuevo puerto.
El 17 de febrero de 1823 Fernando VII le concedió la faja de Mariscal de Campo.
Larga y prolija fue la trayectoria militar y política de José, ocupando diversos cargos a lo largo y ancho de toda España; y al que no le faltaron la concesión de diversos títulos nobiliarios como el ser nombrado Conde de Llobregat, y Vizconde de Monserrat.
Muchas anécdotas se cuentan de su vida; pero, nos quedaremos esta que nos cuenta su ayudante de campo, Francisco López Fabra.

Con motivo del un banquete oficial en el Palacio Real de Madrid, presidido por la reina Isabel II, y al que asistían el ministro de la Guerra y numerosos entre generales, entre los que se encontraba José Manso, al ser servido el pollo, el citado ministro, que conocía la condición humilde de Manso y quería ponerlo en ridículo ante los asistentes, le invitó para que cortase y sirviera el pollo a S.M. El ex molinero tomó el tenedor y el cuchillo, y con gran habilidad cortó el pollo, sirviéndolo a la reina y pronunciando estas palabras:
-          “Cuando estamos en Palacio, el pollo se sirve de este modo”.
Tomando otra bandeja se remangó, y con expertos y eficaces tirones, arrancó trozos de pollo y los sirvió al ministro diciendo:
-          “Y cuando estamos en campaña lo servimos al estilo campesino”.
Retirado a una masía en Cornellá, desde año 1847, muriendo en Madrid, el 22 de marzo de 1863.


miércoles, 22 de mayo de 2019

PORLIER Y MANSO: dos héroes de la Guerra de la Independencia. (I)


Porlier y Manso; dos personajes notables entre los muchos que alumbró el “levantamiento, guerra y revolución de España – feliz expresión que se ajusta más a la realidad de los hechos que la denominación de “Guerra de la Independencia.”- quizás aquejada de retoricismo. ¿Cabe establecer entre ambos un paralelo? Sí, en tanto que la guerra, una contienda que no se parecía en nada a las guerras corteses del siglo XVIII, permitió que alcanzara elevados grados en la milicia un bastardo -Porlier- y un hombre del pueblo-Manso-; sí, en cuanto el destino les trató de manera tan distinta: Porlier, liberal exaltado, inicia la trágica serie de los Renovales, y los Torrijos, cuando tras el fracaso de la sublevación coruñesa muere en la horca. Manso, liberal moderado, capea con tino y sin bajezas la difícil época de Fernando VII, y se muestra siempre en el mando, humanitario y constructivo.
Porlier y el triunfo de la causa liberal.
Juan Diaz Porlier, hijo bastardo de Antonio Porlier Sopranis, Marqués de Bajamar, apodado “ El Marquesito”  fue entregado a una acomodada familia argentina que le llevó a Buenos Aires, y le dio una esmerada educación.
No se conoce de manera cierta cómo se desarrolló la vida del pequeño bastardo desde su nacimiento hasta que en 1805 formaba parte de la tripulación del “Argonauta” como aventurero, forma en la que se denominaba a los voluntarios.
Su bastardía debió de ser un impedimento insalvable para lograr ser guardiamarina. Es probable que su enrolamiento en ese navío fuera motivado porque el capital de fragata Rosendo Porlier, tío del joven, estuviera al mando del barco como capitán de fragata.
Tras la derrota de Trafalgar, Juan dejó el servicio de la Marina; seguramente pensando que, a pesar de las ayudas de su tío, su carrera en el cuerpo sería harto dificultosa; razón por la que ingresó como oficial de Caballería.
Desde 1805 a 10 de noviembre de 1808, fecha de la batalla de Gamonal en la que participó, su vida está oscurecida por una nebulosa. Sólo se sabe que el dos de mayo de 1808 se batió en las calles de Madrid.
Muchos méritos o influencias debió atesorar porque en la batalla de Gamonal ya ostentaba el rango de coronel de caballería.
La derrota de Gamonal fue muy dura para Porlier; pero, no por ello dejó de reaccionar inmediatamente; y se dedicó a reunir hombres dispersos para llevar a efecto acciones guerrilleras.
Sus cualidades como jefe atrajeron a gran número de hombres que se unieron a él de manera voluntaria. Sus guerrilleros actuaron principalmente en Castilla la Vieja, y las montañas cántabras. Con sus hombres llegó a formar una división, a la que se conocía como “División Porlier”, y alcanzó el grado de Brigadier.

En otoño de 1809 fue enviado a la Rioja para liberarla de los invasores de esta zona.
Durante el año 1813 Porlier fue víctima de una serie de intrigas que aún no han podido ser esclarecidas; pero, que tuvieron como consecuencia la desarticulación de su división. Con profunda tristeza contempló la marcha de sus queridos veteranos hacia el combate bajo las órdenes de otros mandos.
Al comenzar 1814 la guerra casi había concluido y Porlier, que estaba agotado, quería refugiarse en la paz de su hogar. Se refugia en Bilbao con su mujer y su hija; pero, se ve obligado a solicitar prorrogas a su reincorporación debido al fallecimiento de su Hija.
El 29 de junio comunica a su superior que ha sido arrestado el 29 de mayo, e incomunicado hasta esa fecha.
La detención fue provocada por la interceptación de unas cartas en las que manifestaba su indignación porque el rey no aceptaba la Constitución votada en 1812.
Desde la cárcel Porlier y los amigos que le visitaban actuaban como agentes de la subversión, aunando voluntades entre el pueblo y las tropas, llegando a formar una denominada “Junta Revolucionaria”. Detuvo a militares, y destituyó alcaldes absolutistas, y mandó proclamas a las guarniciones de Galicia.
Con motivo de esta rebelión se incoaron 106 causas: la de Porlier, con carácter sumarísimo.
El dos de octubre se juzgó a Porlier, y el fallo fue: pena de muerte, por traición a la Patria.
Entregó a su confesor, el padre agustino Sánchez, una carta para su mujer, y un escrito con el epitafio que debería figurar en su tumba:
Aquí yacen las cenizas de Juan Diaz Porlier, general que fue de los ejércitos españoles. Fue siempre feliz en cuanto emprendió contra los enemigos externos de su patria. Murió víctima de las disensiones civiles. ¡Hombres sensibles a la gloria, respetad las cenizas de un patriota desgraciado!”

lunes, 20 de mayo de 2019

TEODORA EMPERATRIZ DE BIZANCIO


La ascensión social de Teodora es espectacular: de actriz galanteada, hija de un empleado del hipódromo, a esposa del emperador Justiniano sobre el cual ejerció gran influencia. Pero son muchos los que creen que el historiador Propio, difamador sistemático de Justiniano, y de quien proceden la mayor parte de las noticias, no fue veraz.
Era pequeña, de cabello castaño, blanca de piel. Bonita y graciosa. Los contemporáneos describen así a Teodora. Su única efigie cierta se encuentra en el famoso ábside de San Vitael, en Rávena. Sus ojos eran penetrantes y vivos. En el momento en el que el artista compuso el mosaico Teodora se acercaba al fin de su vida.
¿De dónde procedía? Según el obispo Juan de Éfeso: “De un burdel”. Su padre era cuidador de osos en el famoso Hipódromo de Bizancio. A la muerte de este su hermana mayor actuó como artista en los intermedios del Hipódromo y Teodora se encargaba del vestuario.
En los días de gran fiesta el pueblo de Bizancio invadía el Hipódromo desde la víspera. Pasaba la noche en las gradas. En ellas se dormía apoyando las cabezas en unos pequeños almohadones hechos de hojas y de junto.
El día de los festejos la ciudad quedaba literalmente vacía. Todo estaba cerrado. Era como si una epidemia la hubiera asolado.
El emperador en persona daba la salida a la primera carrera. En las carreras competían dos equipos: Los verdes y los azules.
Los bastidores del Hipódromo no era el lugar más adecuado para que se educara una niña. Era un mundo marginal: criados, chulos, rufianes, y pillos de todo genero eran sus habitantes. Según Procopio, Teodora, al no estar formada como mujer para hacer el amor otorgaba otros favores a los hombres viciosos y desnaturalizados.
Cuando creció se convirtió inmediatamente en vedette, inaugurando una forma de espectáculo en el que, sin exageración se puede ver el precedente del strip tease. Con ello logró gran número de admiradores, y sus noches estaban ocupadas hasta el alba.
A los quince años tuvo su primer hijo, un niño; y un poco más tarde, nació una niña.
Las costumbres bizantinas en la época de la joven Teodora estaban perfectamente corrompidas. La prostitución alcanzaba su cenit.
Un sirio de nombre Hekobolos, se enamoró de ella y quiso sacarla del barro; llevándosela consigo al ser nombrado gobernador de Pentapolia. Fue una corta experiencia.

Cuando Teodora regresó a Constantinopla, había sido nombrado emperador el jefe de la guardia imperial: Justino; un viejo soldado, enteramente analfabeto e ignorante de los asuntos públicos. Ayudado por su sobrino Justiniano, un tipo cultivado, astuto e inteligente, ejerció gran influencia sobre su tío llegando a ser el segundo hombre más poderoso del imperio.
¿Cómo y cuando conoció Justiniano a Teodora? es algo que se desconoce. Lo único que se sabe con certeza es que se enamoró de ella apasionadamente.
El imprescindible Procopio nos dice: “Teodora era para él el encanto más dulce... Se sentía dichoso otorgándole todos sus favores...”
Lo cierto es que desde el principio Teodora obtuvo de Justiniano todo cuanto quiso. Fue nombrada noble; pero, ella quería más: el matrimonio.
Para lograr su objetivo se tuvo esperar a la muerte de la emperatriz, que se oponía a la boda; pero, la boda llegó.
La antigua actriz, acostumbrada a los burdeles, acabó por instalarse en el Palacio imperial.
En una de las múltiples rebeliones que proliferaran en Bizancio, Justiniano decidió huir, a lo que Teodora se negó, logrando que el emperador hiciera frente a la conjura, logrando la victoria. Se puede decir que Justiniano conservó el imperio gracias a Teodora.
Si Justiniano conservó el trono; pero, desde ese momento ella dominó la política de Bizancio.
Sin embargo, la ambición de Teodora no se para ahí, y quiso reinar en la cristiandad. Habiendo muerto el Papa Agapito, Teodora concibió la idea de nombrar sucesor a su hijo Vigilio, quien prometió a su madre implantar la doctrina monofisita como la única verdadera.

Todo sucedió según lo planeado y Vigilio llegó al solio pontificio; pero, este olvido la promesa realizada, y el monofisismo no se implantó; por lo que Teodora tuvo que contentarse con la política interior.
Victima de un cáncer, esta mujer, sin par en la historia, murió el 28 de junio de 548, a los cuarenta y siete años. Apasionada por lo honores en vida, estos no le faltaron a su muerte. El Papa Vigilio presidió todas las ceremonias. Fue sepultada en un sarcófago de oro.
El maestro de ceremonias gritó:
“¡Descansa en paz Basilisa! ¡El Rey de reyes te llama, el Señor de Señores!

Texto de Alain Decaux


sábado, 18 de mayo de 2019

LOS ELEFANTES, TANQUES DE LA ANTIGÜEDAD


Los elefantes de guerra tuvieron un papel en la Antigüedad, y también hasta fechas más recientes en la India, parecido al de los tanques de hoy. Pero eran tanques menos dóciles, sensibles al dolor y capaces de asustarse, como, a su costa, aprendió Aníbal en la batalla de Zama.
La domesticación de los animales es uno de los aspectos más importantes del dominio adquirido por el hombre sobre la Naturaleza.
En diversas épocas, perros, gastos, leones, toros, y jabalíes han sido adiestrados con fines bélicos, sin olvidar las palomas mensajeras.
Sin embargo, entre todos los animales “guerreros” los más impresionantes fueron los elefantes.
Desde épocas remotas hasta el siglo XIX numerosos pueblos de África y Asia lanzaron contra sus enemigos esos carros de asalto vivientes, muy aptos para sembrar el pánico entre las filas adversarias.
Fue en la India donde, tres mil años antes de Cristo, fue domesticado el elefante y usado en actividades guerreras. El príncipe Sandracoto ofreció a su yerno Saleuco I quinientos elefantes adiestrados para el combate que contribuyeron de manera decisiva a lograr la victoria.
Alejandro Magno en su marcha hacia la India chocó con el ejército del rey Poro y sus elefantes de guerra. Cuenta la leyenda que el rey alcanzado por las flechas cayó derribado; pero, su elefante llamado Áyax se las arrancó cuidadosamente, y volvió a colocarlo sobre su lomo.
Pirro, rey de Epiro, poseía elefantes procedentes de la Indica, y con ellos desembarcó en Lucania. Los romanos aterrorizados por aquellos seres que no habían visto nunca fueron vencidos en Heraclea y Asculum. Pero, los daños sufridos por las tropas de Piro, fueron tan elevadas que desde entontes son conocidas como “victorias pírricas”. Los romanos dieron en llamar a los elefantes de guerra “Bueyes de Lucania”.
Los cartagineses crearon para los elefantes un gran parque situado cerca de la capital. Cuando los combates iban a iniciarse los elefantes eran equipados con torretas acorazadas, que eran ocupadas por varios arqueros.

Cuando Asdrúbal lanzó sus elefantes durante la primera Guerra Púnica contra las tropas romanas, cosechó un rotundo fracaso, pues no tuvo el efecto sorpresa que supo aprovechar Piro. Los romanos lanzaron antorchas contra los animales que, asustados, arremetieron contra su propio ejército.
Por su parte Aníbal decidió asaltar Roma por el norte con un ejercito de sesenta mil hombres y cincuenta elefantes. Un terreno inhóspito para animales acostumbrados a climas cálidos. Tras cruzar los pirineos a Aníbal no le quedaban más que treinta y siete. Sin embargo, el paso de los Alpes fue todavía más accidentado, pues los paquidermos resbalaban en el hielo precipitándose por los barrancos. Cuando el ejército cartaginés llegó a las llanuras del Po, Aníbal sólo contaba con ocho elefantes; lo que no fue obstáculo para que consiguiera varias victorias sobre los romanos.
Tras el fracaso en la toma de Roma, sólo uno de los cincuenta elefantes pudo regresar a su recinto de Cartago, tras haber combatido seis veces contra los romanos.

Más recientemente, en los siglos XVII y XVIII, los príncipes indios y birmanos; los reyes de Siam y de Java, así como los emperadores mongoles, poseyeron gran número de estos animales. Gozaron de gran fama para el combate los de Siam, y en 1856 el rey de este país poseía ochocientos de ellos, enseñados para realizar diferentes tareas. Unos para el transporte de materiales; otros para transportar al soberano y sus hombres; y los que eran considerados la elite, habían sido adiestrados para el combate, divididos en dos grupos. Uno de ellos, era el de aquellos que transportaban arqueros; el segundo grupo, estaba integrado por aquellos que sobre sus lomos llevaban plataformas en las que se instalaban cañones de pequeño calibre. Las partes más vulnerables de su cuerpo eran recubiertas, a modo de armadura, con protecciones de goma.
Al parecer la eficacia de estos elefantes era notable, pues, indiferentes ante el peligro cargaban valerosamente contra el enemigo, sin dejar de maniobrar con perfección.

Los últimos elefantes siameses de guerra fueron  entregados a Francia cuando el ejército de este país ocupó Hanoi en 1882.
Ahí acabó la utilización de estos animales para fines bélicos. Las guerras  modernas exigen otras armas, menos originales, y más mortíferas.

Texto de Jean Jacques Barloy.






HISTORIA DEL BAÑO EN BAÑERA


La higiene corporal es una conquista de nuestro tiempo. Pero el baño es tan antiguo como el hombre y en determinadas civilizaciones- la helénica, la ramona- fue muy general. Sin embargo, la bañera, pese a su ilustre ascendencia, fue utilizada con moderación y reparo. Salvo, como ocurría en la baja Edad Media, el baño era lugar y ocasión de situaciones galantes.
“María vaya a encargar un baño para la semana que viene”
Encargar un baño era una especie de acontecimiento de la vida burguesas de nuestros abuelos y bisabuelos. En el día elegido toda la familia, en pie desde la aurora, esperaba la llegada de una carretilla con una gran bañera de cobre y un barril calorífugo que contenía agua caliente.
La madre era la que primero se bañaba, seguida por su esposo; por último los niños, que chapoteaban hasta que el agua se enfriaba. Mientras llegaban a retirar la cuba, se aprovechaba el agua para bañar al perro.
Sin embargo, tomar un baño no era un lujo al alcance de todos los bolsillos. Un parisino de 1836 gastó 3,26 francos en sus dos o tres baños anuales. Ese mismo año el parto de su esposa le costó un franco y dos céntimos.
Uno de los primeros baños que nos narra la historia fue el preparado para Ulises por una sirvienta de la hechicera Circe.
Debemos nuestras bañeras a los sibaritas. Antes de la colonización de Sibaris, lo griegos usaban barreños circulares en los que podían bañarse varias personas. Los sibaritas preferían la bañera individual de plata o piedra pulimentada, y los atenienses adoptaron esa costumbre. La tradición exigía ofrecer un baño a los huéspedes antes de sentarse a la mesa. El ama de casa los bañaba personalmente; quien no titubea en rascarles la espalda con un strigilis si ello era necesario.
Fueron los romanos quienes llegaron más lejos en el arte de tomar un baño, al que calificaban como baño de hermosura.
En el apodyterium, el bañista era perfumado con esencias y aceites aromáticos. Antes de sumergirse en la bañera sudaba abundantemente en el  caldarium para eliminar grasa. Des pues del baño, los esclavos le pasaban el strigilis por el cuerpo, le daban masaje, y lo depilaban con ayuda de pastas preparadas con pez y resina.
Cuando se evoca la historia de la bañera, no es posible silenciar a la emperatriz Popea, a la que siempre acompañaba su bañera de plata y quinientas burras que le suministraban leche en la que se bañaba para conservar la blancura de su piel.

Contra lo que se suele afirmar, la Edad Media fue limpia. Apenas salía el sol, se oída gritar en Paris:
-“ Les bains sont chauds, c’est sans mentir” ( “Los baños están caliente, es cierto”).
Con el Renacimiento la suciedad “oficial” dio de nuevo sus primeros pasos. Empezose entonces a preferir la ocultación de la mugre bajo los ungüentos, y a disimular el hedor mediante esencias.
Mujeres había que se paseaban durante todo el día con esponjas perfumas colgadas de las exilas para no oler a espalda de cordero.
Los baños públicos desaparecieron a mediados del siglo XVI, y la gente, incluso en sus casas comenzó a bañarse cada vez menos.
Por esa época hizo su aparición  el baño medicinal . A las mujeres nerviosas se les recomendaba tomar baños de camomila o agua de rosas.
Al alborear el siglo XVII, tan solo las cortesanas, y algunas excéntricas, se lavaban algo más que la cara o las manos.
Se pudieron leer expresiones de este tenor: “Yo, que jamás he tomado un baño, no por ello me encuentro mal, gracias sean dadas a Dios”.
¡Bañarse era considerada una práctica perniciosa!
El doctor Jean Renou decía:
-“ Nunca hay que lavarse la cabeza, rara vez los pies, y a menudo las manos”.
Theodophraste Renaudot, fue más lejos afirmando:
-“Aparte del uso de la medicina, el baño no solo es superfluo, sino también muy perjudicial para los hombre, y mata el fruto en el vientre de las madres”.

Tomar un baño tenía consideración parecida a la de emprender una expedición.
Richelieu llego a decir:
-“ El señor marqués de Effiat ha ido a bañarse; espero que regrese mañana”.
Durante el reinado de Luis XVI, las bañeras reaparecieron en algunas villas y casas burguesas, aunque en ocasiones la carencia de agua agudizó el ingenio, creándose bañeras de bajo consumo; o bien usando trucos para aminorar el gasto del preciado líquido.
Durante muchos años el baño fue considerado un elemento, digamos, diferenciador de las clases más adineradas, dando lugar a todo un arte en el diseño y el uso del mismo, con practicas que hoy no dudaríamos en calificar de estrafalarias. Pero, eran otros tiempos, y , como todo en esta vida, hay situarlo en el contesto en que eso ocurría.






viernes, 17 de mayo de 2019

HISTORIA Y LEYENDA DE LA QUINA


La “cascarilla” corteza peruana o quina, es uno de tantos remedios vegetales indianos procedente de la acción civilizadora y colonizadora que España llevó a cabo desde el siglo XV en tierras de América.
La historia de los primeros antipalúdicos que llegó a constituir un arma eficaz contra la Malaria, va estrechamente vinculada a una egregia dama, a una virreina de España, sevillana, que en el siglo XVII acompañara a su marido. De generación en generación, quina, y condesa de Chinchón van unidas.
Tres son las fechas que se barajan sobre la utilización eficaz de la Quina. El padre Rubén Vargas, afirma que la curación de doña Francisca con la cascarilla peruana debió ocurrir entre abril o mayo de 1629. Opinión que comparte Alonso Cortés.
Otros estudiosos de los episodios palúdicos sitúan esa fecha en 1634 y en 1638, aunque de ninguna de ellas puede afirmarse con rotundidad que sea la cierta.
Un hecho que desconcierta es que el prolífico “Diario de Lima” que no da referencias claras del hecho de la enfermedad de la condesa, como tampoco de su curación. Sólo cabe basarse, aunque con reservas, en los testimonios de Badó, médico del cardenal de Lugo; y de Pedro Barba protomédico real. Ellos recogen el suceso, y cabe admitir la fecha de 1638 como la del tratamiento de la condesa de Chinchón con la cascarilla peruana.
No obstante, la revelación de las virtudes terapéuticas fue hecha a los misioneros jesuitas españoles ocho años antes, y estos enviaron cortezas a España.
Aceptada la fecha de su aplicación a la enferma, las opiniones sobre la forma y circunstancias que concurrieron en la aplicación de remedio.
Resulta difícil admitir que el tratamiento de tal responsabilidad, por la paciente y por la novedad se confiara a gentes ajenas a la profesión médica. Máxime cuando el conde de Chinchón se caracterizó por sus sabias disposiciones llamadas a poner orden en la caótica situación del ejercicio profesional, limitando las atribuciones de curanderos, romancistas y barberos. Teniendo, además, su médico real.
No es fácil aceptar la intromisión en el palacio virreinal de personas sin título facultativo, el famoso y legendario corregidor de Loja. Por ello es lógico aceptar que quien intervino en la cuestión fue el doctor Vega, medico real, que, como es natural, procuraría saber qué iba a administrar, y que garantías le ofrecía el precioso vegetal.
Los jesuitas, aparte del importante papel de conocedores del arcano gracias a la labor misionera y evangelizadora y la no menos importante de introductores de la cascarilla peruana en la metrópoli, quizá pudieron sugerir el tratamiento en el palacio virreinal, donde tenían influencias por su cometido habitual de confesores y asesores.
Lo que parece absurdo es que un corregidor de una comarca leja fuera quien experimentara en los hospitales y curara a la dama enferma. Maxime cuando en Lima existía en ese tiempo Facultad de Medicina.
No cabe duda del conocimiento que corregimientos enclavados en zonas de quinas tuvieran de las virtudes terapéuticas de la cascarilla; pero, resulta poco asumible que ello pueda relacionarse con un tratamiento vinculado al primitivo conocimiento de la quina.
Los jesuitas, como transmisores cerca del virrey de la revelación, poseedores de alguna experiencia propia y ajena, y los médicos de los hospitales de Lima confirmando por orden del protomédico aquella, justifican la intervención de la única persona capaz de asumir la responsabilidad del tratamiento: el doctor Juan de la Vega, protomédico del Reino del Perú.

Pero, pudo ocurrir esto otro.
Consuelito, la doncella de doña Francisca, se acercó.
- Mi Señor, a mí me gustaría poder ayudar a sanar a la Señora.
- Gracias, Consuelito, lo único que puedes hacer es rezar a Dios como ella te ha enseñado.
- Usted disculpe, mi Señor... pero en mi poblado, cuando alguien tiene esas fiebres, se hace una cocción de una planta que llamamos quinina... y da muy buenos resultados...
El virrey, apenas si le hizo caso.
Pero...
Una noche, cuando todos se retiraron a descansar, la fiel Consuelito se deslizó hasta las dependencias de la Señora, Portaba una jarrita de barro con una poción que siempre habían usado sus antepasados para curar estas fiebres.
- "Mamacita", aunque el señor médico y su esposo no quieren, yo le traigo esto que le va a curar de su mal.
La suma debilidad a que había llegado la Virreina no le permitía decir palabra, pero con un leve movimiento de sus ojos animó a la india y bebió el contenido de la jarra que le acercaba a los labios.
Durante las noches siguientes se repitieron las dosis de la medicina que la sirvienta se ocupaba de suministrarle a hurtadillas y los progresos en la salud de la Señora ya no los podía justificar el galeno por sus "milagrosas" cataplasmas que la enferma se había negado a soportar.
Fue ella misma quien se encargó de comunicar a su esposo la causa de su mejoría y a partir de ese momento se le empezó a suministrar en dosis y cadencias más adecuadas, de acuerdo con los hábitos curativos de los nativos. Los resultados fueron espectaculares: la Virreina se recuperó en pocas semanas y su esposo se pudo ocupar de sus obligaciones oficiales.
Como en tantos episodios de la historia, cada uno se quedará con la versión que más le convenza.



GRIPE DEL 18

El ilustre médico ingles Sydenham nos ha legado una descripción de una epidemia de tos, acompañada de fiebre, que se desencadenó ...