Porlier y
Manso; dos personajes notables entre los muchos que alumbró el “levantamiento,
guerra y revolución de España – feliz expresión que se ajusta más a la realidad
de los hechos que la denominación de “Guerra de la Independencia.”- quizás
aquejada de retoricismo. ¿Cabe establecer entre ambos un paralelo? Sí, en tanto
que la guerra, una contienda que no se parecía en nada a las guerras corteses
del siglo XVIII, permitió que alcanzara elevados grados en la milicia un
bastardo -Porlier- y un hombre del pueblo-Manso-; sí, en cuanto el destino les
trató de manera tan distinta: Porlier, liberal exaltado, inicia la trágica
serie de los Renovales, y los Torrijos, cuando tras el fracaso de la
sublevación coruñesa muere en la horca. Manso, liberal modera, capea con tino y
sin bajezas la difícil época de Fernando VII y se muestra siempre en el mando,
humanitario y constructivo.
José Manso, de molinero a general
Nuestro héroe nació en Borredá un pueblecito de la
montaña catalana, el 26 de septiembre de 1785. Educado en el domicilio familiar
hasta los doce años, su madre le inculcó una educación cristiana. En sus juegos
ya destacaba por su fuerza e intrepidez. Sus compañeros de juego a pesar de ello
le admiraban por su bondad y nobleza. Enviado por sus padres a casa de un tío
molinero, donde permaneció dos años, tras los cuales fue al molino de Sant Quinti, en Ripoll, que molía el
trigo para su famoso monasterio.
Queriendo ampliar sus miras marchó a la Ciudad
Condal donde trabajó en diversos molinos en los que cosechó fama de trabajador
y honrado.
Cambió su actividad como molinero por la de
fabricante de paños, en su pueblo natal; ocupación que desarrollaba cuando los
somatenes del Bruch fueron derrotados por las fuerzas francesas. Enardecido por
esta derrota, y por las noticias que corrían de que todos los jóvenes catalanes
serían trasladados a Francia, se alistó en una compañía de Migueletes, en la que pronto alcanzó el grado de capitán; grado que
rechazó porque su madre temía y odiaba la carrera militar. Accedió a aceptar el
grado de teniente siempre que su capitán fuera su amigo Ramón Lladó.
Manso, puedo verse ascendido a capitán, en ese
momento; pero, no accedió a ello hasta que en la línea del Llobregat derrotó a
las tropas francesas el 15 de mayo de 1809.
Los guerrilleros de José Manso cosechan victoria
tras victoria. Están en todas partes. Cortan las comunicaciones del invasor,
secuestran a sus correos, e intranquilizan a los franceses en los breves
momentos de reposo que les permiten.
Todos estos méritos le llevan a alcanzar el grado
de coronel.
Tras el triunfo de las armas nacionales y la
retirada del ejército francés, Fernando VII regresó a España, entrando en
Cataluña el 22 de marzo de 1814. El coronel manso fue presentado al rey, quien
conmovido por sus hazañas le brindó palabras de elogio. Fernando VII le invitó
a cenar. Durante la comida el ex molinero recibió del rey pruebas muy
expresivas de predilección no dudando en servirle de su propia mano algunos de
los platos que se sirvieron en el ágape.
Terminada la guerra Manso fue nombrado gobernador
de la ciudadela de Barcelona, y tras el oportuno juicio contradictorio Fernando
VII le concedió la Gran Cruz Laureada de
San Fernando.
En la vida de José Manso todo es extraordinario con
un sabor a leyenda romántica.
Conoció a Antonia Bosch de quien se enamora con la
fuerza y pasión de un joven. Antonia Bosch, aunque no era muy bella tenía un raro
y especial atractivo.
El idilio fue bruscamente interrumpido en 1808, para
combatir a los franceses que invadían España. Esta separación fue definitiva, y
nunca más se volvieron a ver. Y por estas cosas de la vida, José Manso contrajo
matrimonio con Felipa de Julio, joven dueña que fue de Antonia.
Nombrado comandante general y jefe político de
Tarragona, don desarrollo una meritoria actividad humanitaria y pacificadora en
la lucha contra los realistas. Puso gran interés en socorrer a centenares de
jornaleros, excombatientes, que habían quedado sin recursos por falta de
trabajo; para ello los destinó a una obra de utilidad pública: el nuevo puerto.
El 17 de febrero de 1823 Fernando VII le concedió
la faja de Mariscal de Campo.
Larga y prolija fue la trayectoria militar y
política de José, ocupando diversos cargos a lo largo y ancho de toda España; y
al que no le faltaron la concesión de diversos títulos nobiliarios como el ser
nombrado Conde de Llobregat, y Vizconde de Monserrat.
Muchas anécdotas se cuentan de su vida; pero, nos
quedaremos esta que nos cuenta su ayudante de campo, Francisco López Fabra.
Con motivo
del un banquete oficial en el Palacio Real de Madrid, presidido por la reina
Isabel II, y al que asistían el ministro de la Guerra y numerosos entre
generales, entre los que se encontraba José Manso, al ser servido el pollo, el
citado ministro, que conocía la condición humilde de Manso y quería ponerlo en
ridículo ante los asistentes, le invitó para que cortase y sirviera el pollo a
S.M. El ex molinero tomó el tenedor y el cuchillo, y con gran habilidad cortó el
pollo, sirviéndolo a la reina y pronunciando estas palabras:
-
“Cuando
estamos en Palacio, el pollo se sirve de este modo”.
Tomando otra
bandeja se remangó, y con expertos y eficaces tirones, arrancó trozos de pollo
y los sirvió al ministro diciendo:
-
“Y cuando
estamos en campaña lo servimos al estilo campesino”.
Retirado a una masía en Cornellá, desde año 1847, muriendo
en Madrid, el 22 de marzo de 1863.
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