El doctor Corvisart, médico de gran renombre, a tendió a Napoleón
Bonaparte desde que era primer cónsul hasta que la derrota condujo al Gran
Corso a Elba primero, y Santa Elena después. A Corvisart se le ha reprochado
que no acompañara a Napoleón en la desgracia, pero esta acusación no parece
justa: fue Napoleón quien busco a Corvisart y no este a aquel.
“No sé qué ganaré con esta visita, pero es seguro
que perderé con ella el más preciado de todos los bienes: la libertad”.
Así se expresaba Corvisart en el coche que, en 1802,
le conducía por vez primera a la Malmaison, para visitar a un Napoleón Bonaparte
enfermo. Pero Corvisart se equivocaba.
En 1802 Jean Nicholas Corvisart de Marets era
titular de la cátedra de Medicina y jefe del Hospital de la Caridad.
Este hombre apodado “el moderno Hipócrates francés” fue el llamado para atender a
Napoleón de lo que se supone fue un cólico hepático.
El primer examen que Corvisart le realizó duró más
de una hora.
Napoleón llego a decir: “No creo en la medicina; pero, creo en Corvisart”.
Se habló de que lo que le aquejaba era una sarna
crónica contraía cuando era capitán y que le fue trasmitida por el atacador de
un artillero fallecido que la padecía.
La sarna de Napoleón hizo que el Pueblo compusiera
algunas coplillas, como las que decían:
“Nuestro
primer cónsul hará cualquier cosa por mí/ en generosidad nadie lo iguala/Me ha
dado la mano y me ha prometido un empleo/Y en el acto he pillado la sarna”
O esta otra
“El gran
Napoleón me tomó por la mano/Favor que no tiene igual/Y me dijo “Mañana tendréis
algo mío”/Y al día siguiente tenía la sarna.”
No era la única afección del emperador. Su
funcionamiento hepático dejaba bastante que desear. Todos habían observado su
tez amarilla cuando regresó de Egipto. Algunos llegaron a afirmar que “tenía el
blanco de los ojos como el limón”.
Alguien llegó a afirmar que Napoleón tenia el “humor
avinagrado propio de los hepáticos”.
Corvisart tenía ante sí, seguramente, un enfermo
intoxicado, y, ante todo, era preciso ayudar a su organismo a eliminar las toxinas
que este fabricaba.
Lo hizo aplicando, primero, un revulsivo en el
pecho del paciente que le provocó un sudor saludable. Una segunda ventosa en un
brazo remató la curación.
Corvisart recomendó a Bonaparte comer con moderación,
a horas regulares, y que hiciera un poco de ejercicio. A raíz de estos consejos
viose al primer magistrado de la República saltar y correr sobre el césped de
Malmaison.
Los métodos usados por Corvisart con sus enfermos
eran francamente brutales. Auscultaba el pecho de los enfermos propinándoles
fuertes golpes, de los que estos se dolían horas después.
El 10 de julio e 1802 Corvisart fue nombrado “Medico del gobierno” con unos
emolumentos que le permitieron instalarse en una lujosa casa, y que sus lacayos
vistieran librea consular.
De médico titular de todos los Bonaparte, en 1804 fue
nombrado médico del emperador. Las obligaciones de este cargo estaban reguladas
en un manifiesto de seis artículos.
Napoleón y Corvisart tenían entre ellos una gran
complicidad y las mutuas chanzas eran habituales. A menudo le recibía con esta
salutación:
- “Hola gran charlatán, ¿Os disponéis a matar a
mucha gente hoy?
Josefina, le consultaba con frecuencia pues era
mujer en extremo aprensiva.
Corvisart trató de curar la esterilidad de la
emperatriz, pero todo fue en vano.
Napoleón deseoso de forjar el primer eslabón de la
dinastía, cualquiera que fuese el medio para ello, Napoleón le pidió a Corvisart
que fuera testigo del falso parto de la emperatriz, para dar a ese ardid todas
las apariencias de una realidad; algo a lo que nuestro médico se negó; pero,
prometió guardar el secreto.
Para evitar que la emperatriz María Luisa acompañara
a Napoleón a la isla de Elba, redactó un largo certificado médico, en el que se
indicaba que sería funesto para su salud el ir a la isla. Algo que fue considerado
por algunos, de manera exagerada, como una traición.
Corvisart murió el mismo año que Napoleón tras
sufrir un desmayo al levantarse. Quizás recordó el aforismo que decía:
El primer ataque es un apremio sin recargo, el
segundo un apremio con recargo, y el tercero es un embargo”
El 18 de septiembre de 1821 a las nueve de la noche
exhaló su último suspiro.
Texto de André Castelot
Texto de André Castelot
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