lunes, 6 de mayo de 2019

ORIGEN Y AVENTURAS DE LA PATATA


Los alimentos que nos mantienen, los objetos que manejamos cotidianamente tienen su historia, no por poco conocida menos interesante. Tal es el caso de la patata.” Mata-hambres” en los tiempos difíciles, tanto ayer como hoy, presente en las épocas de prosperidad en variadísimas preparaciones culinarias, la patata tiene una epopeya muy curiosa en la que no faltan panegiristas y detractores.
En 1845, un hongo microscópico identificado conocido por el siniestro nombre de phytophthora infestans acabó con la cosecha de patatas de Irlanda, y desencadenó un hambre sin precedente en los tiempos modernos. Hecho que se justifica por ser el elemento esencial de la alimentación de la población; menos común a medida que se bajaba de latitud,
Entre las diversas plantas que los españoles descubrieron en América la “papa” pasó casi inadvertida. Casi, pero no del todo, pues el modesto alimento fue reseñado por diversos cronistas de la época en sus relatos sobre la vida y costumbres del Nuevo Mundo. La lectura de estos textos nos pone en el buen camino para conocer la patata.
Es originaria de las altas tierras peruanas, gozando de gran estima entre los incas, que sabían conservarla deshidratada.
La filiación botánica de la patata la sitúa en la familia de las Solanáceas, junto al tomate, la berenjena, o el pimiento.
Siguiendo en el terreno de la botánica conviene puntualizar que lo que nos comemos de ella no es la raíz sino lo brotes laterales de la base del tallo, que son estolones hipertrofiados. Por ello la denominación que algunos le dan de raíz de la abundancia, no es del todo acertada.
Los españoles trajeron las papas a la Península durante la primera mitad del siglo XVI, más como mera curiosidad que con una finalidad práctica.
Al parecer le corresponde a Sevilla el honor de haber sido la primera ciudad europea donde se comieron, y que les fueron servidas, a los asilados del hospital y a los soldados acantonados en la plaza. Sin embargo, no tuvo gran aceptación pues se le consideró insulsa, flatulenta, e indigesta.
La guerra de los Treinta Años cambió su estatus de planta curiosa. Las tropas mercenarias, y la ingente muchedumbre que los acompañaban, contribuyeron a difundirla por Alemania. La patata se ganó el sobrenombre de “mata hambres” debido a sus virtudes alimenticias que contribuyeron a paliar la gran hambruna que se padecía. Se daba bien en el clima germano, ofrecía cosechas buenas, y no entraba en colisión con los cereales dado que no tenía interés como forraje para los caballos. La facilidad con la que podía ser cocinada facilitaba que pudieran usarse como acompañamiento de otras viandas, o ser ingeridas solas.
Ya en el siglo XVIII la patata era el alimento esencial del campesinado alemán; habiendo servido para amortiguar la hambruna surgida en Prusia en los años 1771 y 1772.
Un personaje Antoine-Agustín de Parmantier, entró en escena para desarrollar sus sentimientos filantrópicos; y a partir de 1763 se consagró a difundir por Francia el consumo y el cultivo del tubérculo, que por aquel tiempo había sido calificado como “el peor de todos los productos vegetales”, para mitigar las hambres que periódicamente azotaban al país.
De la mano de Parmantier nuestro tubérculo fue elogiado, sin tasa, por la Academia de Medicina de París. Pero no todo fueron elogios, pronto surgieron los detractores, dividiéndose la sociedad parisina en:  tuberculinos y antituberculinos.
Una hábil maniobra de Parmantier ante el rey Luis XVI propició el éxito de la patata sin haber pasado por la cocina.
Su implantación en España tuvo el mismo origen que en los países del norte de Europa: mitigar el hambre de la población.
Muchos fueron los benefactores de su cultivo y consumo; pero, corresponde a D. Manuel Barba y Roca, natural de Villafranca del Penedés el honor de haber sido denominado “Doctor Patata” por su insistencia en recomendar su consumo.
La patata incorporada hoy al régimen de alimentación de todos los pueblos sigue siendo, además, lo que fue en su primera etapa histórica: un producto de sustitución del pan en épocas de escasez.
Texto de Manuel Román Copons




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