miércoles, 8 de mayo de 2019

DAOIZ Y VELARDE



¿Quién no conoce sus siluetas rugientes y jacarandosas? Los castizos de pro los saludan al pasar, como a la Cibeles, Neptuno, o a la Mariblanca. Pero pocas personas saben, sin duda, sus nombres, y su pequeña biografía. Nos referimos a los leones del Palacio de las Cortes.
El proyecto arquitectónico del palacio las Cortes-destinado en un principio a albergar el Congreso de los Diputados o Cámara Baja- no preveía adorno alguno a los lados de la escalinata principal.  El diseño marcaba unas farolas, algo que, al parecer, no era del gusto de los señores diputados ni de los ciudadanos pues no gozaban de la solemnidad que, a su entender, debía adornar tan representativo edificio. Se inició la construcción del edificio en 1843, sobre el solar del antiguo convento del Espíritu Santo, y se concluyeron las obras en 1850.
Fue diez años después, al ser traídos a Madrid los cañones capturados al enemigo en la batalla de Tetuán cuando la reina Isabel sugirió personalmente que aquellas piezas de artillería se fundiesen y transformasen en dos leones, para utilizarlos como exorno de la citada escalinata de honor.
Los magníficos felinos fueron originariamente modelados en escayola por el escultor Ponciano Ponzano, pintados en color bronce, dada la falta de recursos económicos. Las mencionadas estatuas fueron colocadas en 1851, pero las condiciones meteorológicas dieron a las obras un estado deplorable, lo que granjeó la protesta de las fuerzas vivas de la ciudad, y su inmediata retirada.
Un segundo pedido realizado a Ponzano resultó demasiado caro; por lo que se encargó al escultor José Bellver y Collazos la realización del nuevo proyecto.  El artista diseñó dos pequeños leones en piedra, que las gentes de la época decían que más parecían perros callejeros que intrépidos leones.
El encargo de un tercer proyecto volvió a recaer en Ponciano Ponzano, al que se le entregaron los cañones capturados en la batalla de Wad- Ras; y en Real Fábrica de Artillería de Sevilla se procedió la fundición de tales figuras zoomórficas. Las cinceló en bronce el francés Bergeret, a quien la soberana concedería como muestra de su real satisfacción por la obra, la Gran Cruz de Carlos III.


El primer león se fundió el 24 de mayo de 1865 y su compañero el 22 de julio siguiente. El coste total de ambos se aproximó a las cien mil pesetas. 99.911, 22 exactamente.
No hay noticias de que el gracejo madrileño pusiera mote o apelativo a los dos nuevos vecinos de la villa y corte.
Quizá se debió esta amnesia a que ya venían bautizados de Sevilla.
Los fundidores hispalenses, en efecto, derramando sobre las hermosas melenas de los félidos sendas botellas de vino generoso, les habían impuesto los nombres de “Doiz” y “Velarde” como homenaje a los artilleros de la Maestranza; aquellos heroicos colegas suyos, duros como el bronce y bravos como leones, que protagonizaron la gesta del Dos de Mayo en la localidad a la que iban destinadas las esculturas.
Puede afirmarse que así, en cierto modo, los popularísimos “gatos” de las Cortes, centinelas constantes de la suprema Asamblea Nacional, evocan a la vez la Guerra de la Independencia y la campaña de africana de 1860



No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRIPE DEL 18

El ilustre médico ingles Sydenham nos ha legado una descripción de una epidemia de tos, acompañada de fiebre, que se desencadenó ...