Porlier y
Manso; dos personajes notables entre los muchos que alumbró el “levantamiento,
guerra y revolución de España – feliz expresión que se ajusta más a la realidad
de los hechos que la denominación de “Guerra de la Independencia.”- quizás
aquejada de retoricismo. ¿Cabe establecer entre ambos un paralelo? Sí, en tanto
que la guerra, una contienda que no se parecía en nada a las guerras corteses
del siglo XVIII, permitió que alcanzara elevados grados en la milicia un
bastardo -Porlier- y un hombre del pueblo-Manso-; sí, en cuanto el destino les
trató de manera tan distinta: Porlier, liberal exaltado, inicia la trágica serie de los Renovales, y los Torrijos, cuando tras el fracaso de la
sublevación coruñesa muere en la horca. Manso, liberal moderado, capea con tino y
sin bajezas la difícil época de Fernando VII, y se muestra siempre en el mando,
humanitario y constructivo.
Porlier y
el triunfo de la causa liberal.
Juan Diaz
Porlier, hijo bastardo de Antonio Porlier Sopranis, Marqués de Bajamar, apodado
“ El Marquesito” fue entregado a una acomodada familia
argentina que le llevó a Buenos Aires, y le dio una esmerada educación.
No se conoce de manera cierta cómo se desarrolló la
vida del pequeño bastardo desde su nacimiento hasta que en 1805 formaba parte
de la tripulación del “Argonauta”
como aventurero, forma en la que se denominaba a los voluntarios.
Su bastardía debió de ser un impedimento insalvable
para lograr ser guardiamarina. Es probable que su enrolamiento en ese navío
fuera motivado porque el capital de fragata Rosendo Porlier, tío del joven, estuviera al mando del barco como capitán de fragata.
Tras la derrota de Trafalgar, Juan dejó el servicio
de la Marina; seguramente pensando que, a pesar de las ayudas de su tío, su
carrera en el cuerpo sería harto dificultosa; razón por la que ingresó como oficial
de Caballería.
Desde 1805 a 10 de noviembre de 1808, fecha de la batalla
de Gamonal en la que participó, su vida está oscurecida por una nebulosa. Sólo
se sabe que el dos de mayo de 1808 se batió en las calles de Madrid.
Muchos méritos o influencias debió atesorar porque
en la batalla de Gamonal ya ostentaba el rango de coronel de caballería.
La derrota de Gamonal fue muy dura para Porlier;
pero, no por ello dejó de reaccionar inmediatamente; y se dedicó a reunir
hombres dispersos para llevar a efecto acciones guerrilleras.
Sus cualidades como jefe atrajeron a gran número de
hombres que se unieron a él de manera voluntaria. Sus guerrilleros actuaron principalmente
en Castilla la Vieja, y las montañas cántabras. Con sus hombres llegó a formar
una división, a la que se conocía como “División
Porlier”, y alcanzó el grado de Brigadier.
En otoño de 1809 fue enviado a la Rioja para
liberarla de los invasores de esta zona.
Durante el año 1813 Porlier fue víctima de una
serie de intrigas que aún no han podido ser esclarecidas; pero, que tuvieron
como consecuencia la desarticulación de su división. Con profunda tristeza
contempló la marcha de sus queridos veteranos hacia el combate bajo las órdenes
de otros mandos.
Al comenzar 1814 la guerra casi había concluido y Porlier, que estaba agotado, quería refugiarse en la paz de su hogar. Se refugia en
Bilbao con su mujer y su hija; pero, se ve obligado a solicitar prorrogas a su
reincorporación debido al fallecimiento de su Hija.
El 29 de junio comunica a su superior que ha sido
arrestado el 29 de mayo, e incomunicado hasta esa fecha.
La detención fue provocada por la interceptación de
unas cartas en las que manifestaba su indignación porque el rey no aceptaba la Constitución
votada en 1812.
Desde la cárcel Porlier y los amigos que le
visitaban actuaban como agentes de la subversión, aunando voluntades entre el
pueblo y las tropas, llegando a formar una denominada “Junta Revolucionaria”. Detuvo a militares, y destituyó alcaldes
absolutistas, y mandó proclamas a las guarniciones de Galicia.
Con motivo de esta rebelión se incoaron 106 causas:
la de Porlier, con carácter sumarísimo.
El dos de octubre se juzgó a Porlier, y el fallo
fue: pena de muerte, por traición a la Patria.
Entregó a su confesor, el padre agustino Sánchez,
una carta para su mujer, y un escrito con el epitafio que debería figurar en su
tumba:
“Aquí yacen las
cenizas de Juan Diaz Porlier, general que fue de los ejércitos españoles. Fue
siempre feliz en cuanto emprendió contra los enemigos externos de su patria.
Murió víctima de las disensiones civiles. ¡Hombres sensibles a la gloria,
respetad las cenizas de un patriota desgraciado!”
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