Los elefantes de
guerra tuvieron un papel en la Antigüedad, y también hasta fechas más recientes
en la India, parecido al de los tanques de hoy. Pero eran tanques menos
dóciles, sensibles al dolor y capaces de asustarse, como, a su costa, aprendió
Aníbal en la batalla de Zama.
La domesticación de los animales es uno de los aspectos
más importantes del dominio adquirido por el hombre sobre la Naturaleza.
En diversas épocas, perros, gastos, leones, toros, y jabalíes
han sido adiestrados con fines bélicos, sin olvidar las palomas mensajeras.
Sin embargo, entre todos los animales “guerreros” los más impresionantes fueron
los elefantes.
Desde épocas remotas hasta el siglo XIX numerosos pueblos
de África y Asia lanzaron contra sus enemigos esos carros de asalto vivientes,
muy aptos para sembrar el pánico entre las filas adversarias.
Fue en la India donde, tres mil años antes de Cristo, fue
domesticado el elefante y usado en actividades guerreras. El príncipe
Sandracoto ofreció a su yerno Saleuco I quinientos elefantes adiestrados para
el combate que contribuyeron de manera decisiva a lograr la victoria.
Alejandro Magno en su marcha hacia la India chocó con el ejército
del rey Poro y sus elefantes de guerra. Cuenta la leyenda que el rey alcanzado
por las flechas cayó derribado; pero, su elefante llamado Áyax se las arrancó
cuidadosamente, y volvió a colocarlo sobre su lomo.
Pirro, rey de Epiro, poseía elefantes procedentes de la
Indica, y con ellos desembarcó en Lucania. Los romanos aterrorizados por aquellos
seres que no habían visto nunca fueron vencidos en Heraclea y Asculum. Pero,
los daños sufridos por las tropas de Piro, fueron tan elevadas que desde
entontes son conocidas como “victorias
pírricas”. Los romanos dieron en llamar a los elefantes de guerra “Bueyes de Lucania”.
Los cartagineses crearon para los elefantes un gran parque
situado cerca de la capital. Cuando los combates iban a iniciarse los elefantes
eran equipados con torretas acorazadas, que eran ocupadas por varios arqueros.
Cuando Asdrúbal lanzó sus elefantes durante la primera Guerra
Púnica contra las tropas romanas, cosechó un rotundo fracaso, pues no tuvo el
efecto sorpresa que supo aprovechar Piro. Los romanos lanzaron antorchas contra
los animales que, asustados, arremetieron contra su propio ejército.
Por su parte Aníbal decidió asaltar Roma por el norte con
un ejercito de sesenta mil hombres y cincuenta elefantes. Un terreno inhóspito
para animales acostumbrados a climas cálidos. Tras cruzar los pirineos a Aníbal
no le quedaban más que treinta y siete. Sin embargo, el paso de los Alpes fue
todavía más accidentado, pues los paquidermos resbalaban en el hielo
precipitándose por los barrancos. Cuando el ejército cartaginés llegó a las
llanuras del Po, Aníbal sólo contaba con ocho elefantes; lo que no fue
obstáculo para que consiguiera varias victorias sobre los romanos.
Tras el fracaso en la toma de Roma, sólo uno de los
cincuenta elefantes pudo regresar a su recinto de Cartago, tras haber combatido
seis veces contra los romanos.
Más recientemente, en los siglos XVII y XVIII, los príncipes
indios y birmanos; los reyes de Siam y de Java, así como los emperadores
mongoles, poseyeron gran número de estos animales. Gozaron de gran fama para el
combate los de Siam, y en 1856 el rey de este país poseía ochocientos de ellos,
enseñados para realizar diferentes tareas. Unos para el transporte de
materiales; otros para transportar al soberano y sus hombres; y los que eran
considerados la elite, habían sido
adiestrados para el combate, divididos en dos grupos. Uno de ellos, era el de
aquellos que transportaban arqueros; el segundo grupo, estaba integrado por
aquellos que sobre sus lomos llevaban plataformas en las que se instalaban
cañones de pequeño calibre. Las partes más vulnerables de su cuerpo eran
recubiertas, a modo de armadura, con protecciones de goma.
Al parecer la eficacia de estos elefantes era notable,
pues, indiferentes ante el peligro cargaban valerosamente contra el enemigo,
sin dejar de maniobrar con perfección.
Los últimos elefantes siameses de guerra fueron entregados a Francia cuando el ejército de este
país ocupó Hanoi en 1882.
Ahí acabó la utilización de estos animales para fines
bélicos. Las guerras modernas exigen
otras armas, menos originales, y más mortíferas.
Texto de Jean Jacques Barloy.
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