sábado, 18 de mayo de 2019

LOS ELEFANTES, TANQUES DE LA ANTIGÜEDAD


Los elefantes de guerra tuvieron un papel en la Antigüedad, y también hasta fechas más recientes en la India, parecido al de los tanques de hoy. Pero eran tanques menos dóciles, sensibles al dolor y capaces de asustarse, como, a su costa, aprendió Aníbal en la batalla de Zama.
La domesticación de los animales es uno de los aspectos más importantes del dominio adquirido por el hombre sobre la Naturaleza.
En diversas épocas, perros, gastos, leones, toros, y jabalíes han sido adiestrados con fines bélicos, sin olvidar las palomas mensajeras.
Sin embargo, entre todos los animales “guerreros” los más impresionantes fueron los elefantes.
Desde épocas remotas hasta el siglo XIX numerosos pueblos de África y Asia lanzaron contra sus enemigos esos carros de asalto vivientes, muy aptos para sembrar el pánico entre las filas adversarias.
Fue en la India donde, tres mil años antes de Cristo, fue domesticado el elefante y usado en actividades guerreras. El príncipe Sandracoto ofreció a su yerno Saleuco I quinientos elefantes adiestrados para el combate que contribuyeron de manera decisiva a lograr la victoria.
Alejandro Magno en su marcha hacia la India chocó con el ejército del rey Poro y sus elefantes de guerra. Cuenta la leyenda que el rey alcanzado por las flechas cayó derribado; pero, su elefante llamado Áyax se las arrancó cuidadosamente, y volvió a colocarlo sobre su lomo.
Pirro, rey de Epiro, poseía elefantes procedentes de la Indica, y con ellos desembarcó en Lucania. Los romanos aterrorizados por aquellos seres que no habían visto nunca fueron vencidos en Heraclea y Asculum. Pero, los daños sufridos por las tropas de Piro, fueron tan elevadas que desde entontes son conocidas como “victorias pírricas”. Los romanos dieron en llamar a los elefantes de guerra “Bueyes de Lucania”.
Los cartagineses crearon para los elefantes un gran parque situado cerca de la capital. Cuando los combates iban a iniciarse los elefantes eran equipados con torretas acorazadas, que eran ocupadas por varios arqueros.

Cuando Asdrúbal lanzó sus elefantes durante la primera Guerra Púnica contra las tropas romanas, cosechó un rotundo fracaso, pues no tuvo el efecto sorpresa que supo aprovechar Piro. Los romanos lanzaron antorchas contra los animales que, asustados, arremetieron contra su propio ejército.
Por su parte Aníbal decidió asaltar Roma por el norte con un ejercito de sesenta mil hombres y cincuenta elefantes. Un terreno inhóspito para animales acostumbrados a climas cálidos. Tras cruzar los pirineos a Aníbal no le quedaban más que treinta y siete. Sin embargo, el paso de los Alpes fue todavía más accidentado, pues los paquidermos resbalaban en el hielo precipitándose por los barrancos. Cuando el ejército cartaginés llegó a las llanuras del Po, Aníbal sólo contaba con ocho elefantes; lo que no fue obstáculo para que consiguiera varias victorias sobre los romanos.
Tras el fracaso en la toma de Roma, sólo uno de los cincuenta elefantes pudo regresar a su recinto de Cartago, tras haber combatido seis veces contra los romanos.

Más recientemente, en los siglos XVII y XVIII, los príncipes indios y birmanos; los reyes de Siam y de Java, así como los emperadores mongoles, poseyeron gran número de estos animales. Gozaron de gran fama para el combate los de Siam, y en 1856 el rey de este país poseía ochocientos de ellos, enseñados para realizar diferentes tareas. Unos para el transporte de materiales; otros para transportar al soberano y sus hombres; y los que eran considerados la elite, habían sido adiestrados para el combate, divididos en dos grupos. Uno de ellos, era el de aquellos que transportaban arqueros; el segundo grupo, estaba integrado por aquellos que sobre sus lomos llevaban plataformas en las que se instalaban cañones de pequeño calibre. Las partes más vulnerables de su cuerpo eran recubiertas, a modo de armadura, con protecciones de goma.
Al parecer la eficacia de estos elefantes era notable, pues, indiferentes ante el peligro cargaban valerosamente contra el enemigo, sin dejar de maniobrar con perfección.

Los últimos elefantes siameses de guerra fueron  entregados a Francia cuando el ejército de este país ocupó Hanoi en 1882.
Ahí acabó la utilización de estos animales para fines bélicos. Las guerras  modernas exigen otras armas, menos originales, y más mortíferas.

Texto de Jean Jacques Barloy.






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