miércoles, 10 de julio de 2019

Luis II de Baviera: EL REY LOCO


El cine convertirá en figura de actualidad a Luis II de Baviera, llamado el rey loco por sus excentricidades. Fue un príncipe romántico, idealista, soñador, melancólico y sujeto a crisis de exaltación. Sus desviaciones fueron motivo de escándalo.
Pero más allá de estas excentricidades queda la figura de un rey de Baviera que vivió como tal una época difícil y que lo hizo con habilidad y sin bajezas: nos referimos a la unificación de Alemania bajo la égida de Prusia; episodio trascendente que merece ser tratada con una amplitud que excede a estas líneas.

En el Castillo del alto país del cisne, un chiquillo de unos trece años, tez pálida, cabellos negros y ojos inmensos de color azul, extremadamente guapo y esbelto contempla absorto el esplendoroso paisaje que le rodea. La imaginación del futuro Luis II vaga por los senderos de la leyenda de los relatos fascinantes del viejo mayordomo Josef.
El niño parece transportado a aquel desierto de abetos y cimas orgullosas que circundan la fortaleza.
Unas pisadas interrumpen las meditaciones del príncipe. Su educación espartana debe seguir, pese a las delicias del estío.
A despecho de las extravagancias de algunos de sus soberanos como Luis I, el pueblo bávaro idolatraba a su familia real. La dinastía y la religión eran dos elementos estrechamente emparentados.
María de Prusia casa con Maximiliano II transmitió a los dos hijos que nacieron los gérmenes de la demencia de la casa de Hohenzollern de tan funestas consecuencias para el linaje de Baviera.
El príncipe Luis nació el 25 de agosto de 1845.Su infancia fue triste. Vivía aislado, separado del mundo.  Desde mu pequeño se le inculcó el “sentido de la realeza”. Su incipiente orgullo se vio moderado por una timidez casi anormal.
Hasta los 14 años no tuvo otro compañero de juegos que su hermano Otón. Lo que le llevó a encerrarse en sí mismo, y crearse un mundo a medida de sus sueños; no tardando en dar muestras inequívocas de introversión patológica, obligado a buscar en su cerebro la compensación a la rígida soledad que le imponían.
A los 19 años Luis se convirtió en rey. Su pueblo apenas le conocía. Pero descubrió en el un príncipe de cuento de hadas, un rey de leyenda, un enviado del Olimpo.
Luis mostró por vez primera un arrebato pasional en febrero de 1861. Acudió a una ópera del compositor Wagner. Desde el principio el espíritu del príncipe heredero quedó en suspenso. Luis parecía transportado en éxtasis. Un consejo manifestó que “Su alteza llegó a inquietarnos. La representación le causaba un efecto diabólico, rayano en extremos morbosos”. Llegó a sufrir convulsiones, temiendo que degenerara en un ataque epiléptico.

Dos meses después de su coronación se entrevisto con Wagner, en el que le manifestó su deseo de que se quedara a trabajar a su lado.
Wagner hombre ambicioso cincuentón, curtido por las luchas de la vida, no dudo en sacar todo el partido posible de su privilegiada posición. Se rodeo de un lujo y un boato provocativos.
A sus oídos, atentos por una vez a la realidad, llegaron primero los murmullos, luego la sorda indignación del pueblo. La prensa importante, los diarios satíricos disparaban golpe tras golpe contra el músico, al que acusaban de haber hechizado al joven e inexperto Luis. Ante esta situación el rey tuvo que intervenir. El gobierno en pleno, respaldado por la reina madre, amenazó con dimitir. El día 10 de diciembre de 1865 Wagner partió camino del destierro.
En 1866 entra en escena Isabel, llamada familiarmente Sissi. Dos seres sorprendentemente parecidos: melancólicos, artistas, sensibles a todo tipo de belleza. Entre ellos se intercambió una correspondencia místico- amorosa-fraternal con la que daban rienda suelta a las fantasías de sus atormentados espíritus. Aunque no por ello Sissi, aunque no quisiera demasiado a su marido, le fue irreprochablemente fiel.
De forma precipitada pidió la mano de su prima Sofia, a que bautizó con el nombre de Elsa y a su suegra Ludovica le dio el apelativo de Walkiria.
Pronto se cansó de cortejar él mismo a la novia y se contentó con enviarle enormes ramos de flores.
Luis contemplaba la llegada de la fecha de boda con auténtico terror, y la desposada dejó de recibir ramos de flores, paso a ser destinataria de cortos en insulsos mensajes capaces de desanimar a la más enamorada de las prometidas.
Tras varios retrasos infundados de los esponsales el compromiso terminó por romperse.
Liberado de Sofía Luis II ya sólo será prisionero de sí mismo.
De su pluma salieron estos escritos:
Me he librado de Sofía. La sombría imagen se borra para siempre. Por fin he vuelto a vivir, después de esta pesadilla.
....
Gracias a Dios el terrible acontecimiento no se ha producido.

Tan misteriosa como fue su vida, lo fue su muerte. Luis II salió de paseo con su psiquiatra sin escolta ni más compañía. Cuatro horas más tarde los cuerpos sin vida de Luis II y del médico fueron rescatados de un lago cercano. Nadie sabe lo que en realidad pudo ocurrir en aquella cerrada noche cuyas nubes aún cubren el enigma.



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