martes, 2 de julio de 2019

EDISON, un americano cien por cien. (II)


Con sus 40.000 dólares en el bolsillo, Edison instaló un taller, compró maquinaria y contrato a 18 operarios. Si precaria contabilidad se reducía a dos ganchos: en uno colgaba las facturas que debía, y en otro las que tenía que cobrar. Nunca sabía si tenía o no tenía dinero. Por fin le convencieron de que debería contratar un contable. Lo hizo, pero el experto no sabía decir si el negocio ganaba o perdía; tuvo que despedirle y contratar a Will Carman.
Con su vida encarrilada decidió casarse, lo que hizo en 1871 con Mary Stilwell. Con una familia a su cargo comenzó a hacer lo que muchos otros hacían que era, modificar inventos, que proporcionaba buenos beneficios.
Por modificar el sistema telegráfico al uso, el empresario Orton le entregó 100.000 dólares; pero, Edison le puso como condición no cobrar todo el dinero de golpe sino a razón de 6.000 dólares anuales durante 17 años.
La cifra de 6.000 dólares del contrato con Orton, no daban para mucho, y se vio en el trance de ser embargado. Un embargo que paralizó sobornando descaradamente al sheriff por cinco dólares diarios.

La mala racha no duró mucho, y con su espíritu de trabajo y esfuerzo, sus inventos fueron siendo rentables.
Al tiempo que trabajaba en mejorar el invento del Graham Bell, investigaba sobre las vibraciones del sonido que se habían logrado grabar en un cilindro de cera, pero nadie había logrado reproducirlas.
Trabajo sobre ello, y en agosto de 1877 entrego a uno de sus operarios Kruesi, un boceto con la indicación de que lo construyese. Cuando este lo hubo terminado, le pregunto a Edison para qué servía aquel cacharro:
-               "Esta máquina tiene que hablar."
Le respondió. Nadie se lo creyó. Y se cruzaron apuestas. Como Edison no tenía dinero se aportó un cesto de manzanas. Se hizo la prueba y la máquina habló. Bueno, para ser más precisos: cantó. Una canción del oeste que había grabado uno de los empleados. Había nacido:  el fonógrafo.
Simultáneamente al trabajo con el teléfono y el gramófono, Edison había comenzado a hacer pruebas sobre el alumbrado eléctrico.

La guerra de patentes por el teléfono perfeccionado por Edison paró en parte los trabajos sobre el alumbrado. Trabajos que pudo reanudar en 1879 y volcarse en los trabajos sobre la luz eléctrica.
Ante los diversos fracasos le preguntaron:
-              ¿No es decepcionante que al cabo de tantos esfuerzos no haya logrado nada?
-                 He obtenido muy buenos resultados. Ahora conozco mil procedimientos que no sirven.
Respondió Edison.
Solucionados los problemas técnicos y de costes; esto último muy cuestionado por los escépticos científicos de siempre, en 1879, después de ímprobos esfuerzos Edison pudo ofrecer al mundo entero su gran invento: el alumbrado público.
La demostración definitiva se haría en Nueva York, donde se había conseguido la autorización necesaria para instalar alumbrado eléctrico en un sector de un kilómetro cuadrado de extensión.
Un problema no previsto surgió en Nueva York. La profusión de cables de arcos voltaicos, telégrafos y teléfonos, impedía la instalación de cables eléctricos. Un problema que Edison solvento de manera rápida: el tendido subterráneo de los cables.
Pero Nueva York era una gran urbe, y Edison se dio cuenta de que el gasto de cobre iba a ser aterrador, y que se iban a necesitar todas las existencias de los Estado Unidos.
Venciendo todas las dificultades y obstáculos sin cuento, en septiembre de 1882 se inauguró el alumbrado eléctrico en el barrio neoyorquino elegido.

El trabajo incansable de Edison le permitió llegar fresco y pimpante a la edad de 80 años; trabajando para la Marina en la Primera Guerra Mundial.
Su popularidad llegó a ser inmensa. Había trabajado mucho y había dado un sentido a su vida.
“He vivido mi vida. He realizado mi obra. Si hay un más allá estoy dispuesto para ello.
En un país en el que todo se valora en términos de dólares, el Times de Nueva York en su edición del 29 de septiembre de 1921, tasó el cerebro de Edison en quince mil millones de dólares. Y que había aportado a la riqueza nacional una media de treinta millones de dólares anuales durante un periodo de cincuenta años.
Murió en la madrugada del 18 de octubre de 1931.

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