Fueron Charlotte, Emily y Ana Brontë, a las que
debe la literatura inglesa, en su álgido periodo romántico, un conjunto de poesías
y novelas de calidad desigual, pero de atractivo imperecedero para todos los
soñadores del mundo. El paisaje triste que rodeó su infancia, la falta de
cariño materno, la hosquedad de un padre excesivamente severo, la
tuberculosis... Todo contribuía a hacer de los cuatro hermanos Brontë unos
seres melancólicos y soñadores, deseosos de evasión.
El arte permitió esa huida de la realidad: Charlotte,
Emily y Anne escribieron novelas apasionadas y fantásticas. El único varón Branwell,
quiso ser pintor, pero no tuvo éxito y acabó entregándose, desesperado, al opio
y al alcohol.
A partir de la publicación de Jane Eyre en
1847 el mundo literario se preguntó periódicamente cómo nació el talento
literario de las hermanas Brontë, y el ambiente en que se formó este
pequeño grupo tan precoz y encerrado dentro de sí mismo.
La señora Brontë trajo al mundo seis
criaturas, muriendo un año después de nacer la última. Los niños fueron criados
con escaso calor afectivo, por un padre erudito y distante y por una tía
abnegada y rígida, combinación ciertamente temible.
Las niñas fueron enviadas a una escuela llamada
Cowan Bridge. En realidad, se trataba de un infierno dirigido por un pastor
hipócrita y avaro, conscientemente feroz. Dos de las hermanas contrajeron
tuberculosis muriendo ambas a intervalo de pocos meses.
La vida los niños adquirió de pronto una vertiente
insospechada. Todos ellos leían mucho, Devoraban todo tipo de lecturas. Aquellos
niños precoces discutían cualquier tema entre ellos o con su padre. Y un buen
día decidieron inventar una novela, o mejor una saga en torno a los jóvenes,
doce soldados de madre que el padre había regalado a su hijo.
De una manera inconsciente los niños padecían “el
mal de siglo”, la nostalgia de las grandes aventuras y la aspiración de una
vida ardiente.
Las tres hermanas Brontë darían pruebas de
una timidez agresiva, de una obstinación que nada podría doblegar.
Su experiencia en Bélgica a donde se trasladaron
para trabajar como profesoras no fue una experiencia agradable, y regresaron a
sus lares.
Por su parte en único varón del grupo Branwell, dotado
de gran fantasía, pero inestable y perezoso, no logró abrirse camino en el
mundo de la pintura, ni tampoco en el de la poseía. Aceptó un empleo de subjefe
de estación dónde se entregó a la bebida.
Un día Charlotte, descubrió un cuaderno de versos
de Emily y comprobó que eran notables. Esta se enfadó, pero su hermana la
convenció para hacer una selección de ellos y los suyos propios y enviarlos a
un editor. El librito fue publicado en 1846 con los gastos a costa de las
autoras. Aunque tuvo escasas ventas, las críticas fueron favorables.
No se desalentaron y se dedicaron a la composición
de nuevas obras. Esta vez la suerte les sonrió. Aparecieron dos obras: Cumbres
Borrascosas, de Emily, y Agnes Grey de Anne, publicadas en el año
1847 bajo seudónimo. Tres meses antes había sido publicada Jane Eyre de
Charlotte que obtuvo un éxito prodigioso y se agotaron tres ediciones en pocos
meses. Los lectores devoraban sus páginas y admiraban su romanticismo sombrío,
la habilidad de la intriga, la belleza del estilo y el tono extraño e
inesperado.
Se ha exagerado el aislamiento en el que vivieron
las tres hermanas, pues en realidad tuvieron la existencia que ellas mismas
deseaban. Las tres rehusaron con altivez varias peticiones de matrimonio.
Pero en el extraño mundo de las hermanas Brontë
la muerte, siempre presente, hizo sus estragos en las vidas del padre, del
hermano, y de las hermanas Emily y Anne. Estas últimas a consecuencia de la
enfermedad que persiguió a la familia durante toda su vida: la tuberculosis.
Charlotte había aceptado con indiferencia la muerte de su hermano pues el
antiguo cariño que por él sintió se había desvanecido, pues las esperanzas que
en él había puesto sólo recibieron humillación, desprecio y desintegración
moral. En cambio, adoraba sus hermanas, sobre todo a Emily tan diferente a
ella, y cuyo talento y lirica vigorosa tanto admiraba.
En memoria de Emily escribiría Shirley en
1849, pero también para distraer el dolor de las dos muertes consecutivas.
La vida cotidiana se reanudó penosamente en Haworth,
Charlotte se quedó sola con su padre, que reanudo sus actividades. Charlotte
comenzó a escribir una nueva novela Villete publicada en 1853 basada en
su experiencia en Bélgica, y que alcanzó un gran éxito.
Se ha pretendido dar una apariencia extraña a esta
floración de talento, insistiendo en la ignorancia de los cuatro hermanos en
todo lo referente al mundo. Vivieron el mundo que quisieron vivir; un mundo del
que eran soberanos, en el que ensayaron sus concepciones de una vida
relativamente utópica, y decantarla.
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