D’Artagnan, el cuarto y más famoso mosquetero de
“Los Tres Mosqueteros”, la celebérrima novela de Dumas no es por entero un
personaje de ficción: el novelista se inspiró en las aventuras de un
gentilhombre gascón, Charles de Baz, llamado D’Artagnan. O más exactamente, en
el relato que de las mismas escribió otro mosquetero: Gastien de Courtil. Con
lo cual tenemos tres personajes, que siguen siendo “noticia”, puesto que pocas
veces ha encarnado nadie mejor que D’Artagnan la aventura jovial y generosa.
El 25 de junio de 1673 al atacar la plaza de
Maestricht, una bala alcanzó a D’Artagnan en la garganta, pereciendo junto con
la mitad de su compañía.
Pero apenas el autentico D’Artgnan acababa de caer
en el campo de batalla cuando otro D’Artagnan, mucho más consistente, aunque
falso, se elevaba gracias a los trabajos de una pirotecnia de papel, gracias en
primer lugar, a la buena memoria y al oportunismo de un libelista antiguo
mosquetero llamado Gautien de Courtilz. Y gracias, sobre todo, a la fantasía,
el verbo, y el entusiasmo de un novelista llamado Alejandro Dumas. Hubo por lo tanto
tres D’Artagnan.
El primero no se sabe dónde fue enterrado, el
segundo fue a parar a los fondos de alguna biblioteca; el tercero termino en
las manos de todo el mundo junto a El Quijote o Macbeth.
¿De dónde viene D’Artagnan? En esto ni Gautien ni
Dumas nos engañan, Venía del Bearne, de la Gascuña, región a la que pertenecía
por su padre y por su madre. Su carácter y acento eran incuestionablemente
gascones, y con este pasaporte entró en París dispuesto a abrirse paso.
Mas adelante, tras no pocos aventuras, reales y
ficticias, ambos D’Artagnan, el verdadero como el falso, llegarán a ser agentes
secretos y hábiles negociadores de la política del más hábil de los
negociadores que ha tenido Francia: Mazarino.
El verdadero D’Artagnan se llamaba, como ya se ha
dicho Charles de Batz Castelmore; este último apellido es el nombre de
un pequeño castillo que poseían sus padres. Un tío suyo había servido al rey
Luis XIII, razón por la cual el rey recibe con simpatía y familiaridad al joven
cadete. Los D’artagnan parece que falsificaron algunos títulos de condes y
marqueses, lo que les costó algún disgusto.
Noble o no noble, a fuerza de valor y de astucia logró
hacer una bonita carrera. La fecha de su nacimiento no es sabida con certeza
pues no se ha encontrada su acta de bautismo.
Según documentos del Ministerio de la Guerra
participo en el sitio de Arras, y dos años más tarde haciendo la campaña del
Rousillón.
El joven gascón fue un protegido de Mazarino, el
sucesor de Richelieu, y fue Mazarino, seguramente, quien le ayudó a entrar en
los mosqueteros.
Con la Fronda, D’Artagnan fue y vino con recados a
los jefes de los insurrectos. Cuando Mazarino se exilió voluntariamente aquel
fue portador de mensajes entre Francia y Alemania. Con tan buenas amistades su
carrera militar no queda oscurecida. En 1655 es capitán y encargado de la
pajarería de las Tullerías; cargo muy importante y muy de la confianza del rey.
No por ello abandonó los campos de batalla; allí
donde había que batirse, allí estaba él. Se sabe que estuvo haciendo la campaña
de Flandes; sustituyendo poco después al duque de Nevers, sobrino de Mazarino, y
es nombrado subteniente de los mosqueteros grises; cargo que en realidad suponía
estar al mando de la compañía. En calidad de tal, se le encarga detener a Fouquet
de quien posiblemente había sido amigo; un fantástico ministro de finanzas que
fue mandado arrestar por dar una fiesta que el rey consideró que era demasiado
suntuosa, y que ello le hacia sombra. Como el propio rey sabía de lo escandalosa
que era esa detención, mandó a un hombre de su confianza con una orden muy
personal.
Pero su D’Artagnan cumplió con energía las órdenes
del rey, no por ello deja de ser una persona de finos sentimientos humanos, y
permite que algunos amigos departan con el detenido a las puertas mismas de la
prisión de la Bastilla.
Por todos estos servicios prestados la corte
francesa no se molestó ni tan siquiera en recoger su cadáver cuando encuentra
su fin en Maestricht. Como soldado sin fortuna D’Artagnan pasó a la leyenda de
la mano de dos escritores con muy diferente suerte literaria. Como en tantas
otras situaciones, el personaje engulló a la persona.
Mas allá de los más que ciertos desfases
cronológicos que Dumas tiene en su relato, el más famoso mosquetero de la
historia de la literatura fue alguien real; que murió de manera real, en un
campo de batalla de Flandes.
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