jueves, 27 de junio de 2019

LA VERDADERA HISTORIA DE D’ARTAGNAN


D’Artagnan, el cuarto y más famoso mosquetero de “Los Tres Mosqueteros”, la celebérrima novela de Dumas no es por entero un personaje de ficción: el novelista se inspiró en las aventuras de un gentilhombre gascón, Charles de Baz, llamado D’Artagnan. O más exactamente, en el relato que de las mismas escribió otro mosquetero: Gastien de Courtil. Con lo cual tenemos tres personajes, que siguen siendo “noticia”, puesto que pocas veces ha encarnado nadie mejor que D’Artagnan la aventura jovial y generosa.
El 25 de junio de 1673 al atacar la plaza de Maestricht, una bala alcanzó a D’Artagnan en la garganta, pereciendo junto con la mitad de su compañía.
Pero apenas el autentico D’Artgnan acababa de caer en el campo de batalla cuando otro D’Artagnan, mucho más consistente, aunque falso, se elevaba gracias a los trabajos de una pirotecnia de papel, gracias en primer lugar, a la buena memoria y al oportunismo de un libelista antiguo mosquetero llamado Gautien de Courtilz. Y gracias, sobre todo, a la fantasía, el verbo, y el entusiasmo de un novelista llamado Alejandro Dumas. Hubo por lo tanto tres D’Artagnan.
El primero no se sabe dónde fue enterrado, el segundo fue a parar a los fondos de alguna biblioteca; el tercero termino en las manos de todo el mundo junto a El Quijote o Macbeth.
¿De dónde viene D’Artagnan? En esto ni Gautien ni Dumas nos engañan, Venía del Bearne, de la Gascuña, región a la que pertenecía por su padre y por su madre. Su carácter y acento eran incuestionablemente gascones, y con este pasaporte entró en París dispuesto a abrirse paso.
Mas adelante, tras no pocos aventuras, reales y ficticias, ambos D’Artagnan, el verdadero como el falso, llegarán a ser agentes secretos y hábiles negociadores de la política del más hábil de los negociadores que ha tenido Francia: Mazarino.
El verdadero D’Artagnan se llamaba, como ya se ha dicho Charles de Batz Castelmore; este último apellido es el nombre de un pequeño castillo que poseían sus padres. Un tío suyo había servido al rey Luis XIII, razón por la cual el rey recibe con simpatía y familiaridad al joven cadete. Los D’artagnan parece que falsificaron algunos títulos de condes y marqueses, lo que les costó algún disgusto.
Noble o no noble, a fuerza de valor y de astucia logró hacer una bonita carrera. La fecha de su nacimiento no es sabida con certeza pues no se ha encontrada su acta de bautismo.
Según documentos del Ministerio de la Guerra participo en el sitio de Arras, y dos años más tarde haciendo la campaña del Rousillón.

El joven gascón fue un protegido de Mazarino, el sucesor de Richelieu, y fue Mazarino, seguramente, quien le ayudó a entrar en los mosqueteros.
Con la Fronda, D’Artagnan fue y vino con recados a los jefes de los insurrectos. Cuando Mazarino se exilió voluntariamente aquel fue portador de mensajes entre Francia y Alemania. Con tan buenas amistades su carrera militar no queda oscurecida. En 1655 es capitán y encargado de la pajarería de las Tullerías; cargo muy importante y muy de la confianza del rey.
No por ello abandonó los campos de batalla; allí donde había que batirse, allí estaba él. Se sabe que estuvo haciendo la campaña de Flandes; sustituyendo poco después al duque de Nevers, sobrino de Mazarino, y es nombrado subteniente de los mosqueteros grises; cargo que en realidad suponía estar al mando de la compañía. En calidad de tal, se le encarga detener a Fouquet de quien posiblemente había sido amigo; un fantástico ministro de finanzas que fue mandado arrestar por dar una fiesta que el rey consideró que era demasiado suntuosa, y que ello le hacia sombra. Como el propio rey sabía de lo escandalosa que era esa detención, mandó a un hombre de su confianza con una orden muy personal.

Pero su D’Artagnan cumplió con energía las órdenes del rey, no por ello deja de ser una persona de finos sentimientos humanos, y permite que algunos amigos departan con el detenido a las puertas mismas de la prisión de la Bastilla.
Por todos estos servicios prestados la corte francesa no se molestó ni tan siquiera en recoger su cadáver cuando encuentra su fin en Maestricht. Como soldado sin fortuna D’Artagnan pasó a la leyenda de la mano de dos escritores con muy diferente suerte literaria. Como en tantas otras situaciones, el personaje engulló a la persona.
Mas allá de los más que ciertos desfases cronológicos que Dumas tiene en su relato, el más famoso mosquetero de la historia de la literatura fue alguien real; que murió de manera real, en un campo de batalla de Flandes.

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