jueves, 6 de junio de 2019

LA LARGA AGONÍA DE ANTONIO MACHADO


No sólo ha sido uno de los altos poetas en lengua española, sino también un hombre que vivió con hondura y tragedia íntimas la división y lucha entre españoles.
Uno más entre millares de hombres oscuros, pero igualmente capaces de sufrimiento de los que fue portavoz. Un hombre enraizado como pocos en la tierra propia, que tanto amaba.
Alguien dijo de él” Subió tu voz con gravedad hermosa/desde el dorado fruto de Sevilla/al yermo planetario de Castilla/donde la tierra de tu amor reposa”
Más que su amor, sus amores. Lo vemos en el torbellino de la guerra que le llevó a morir- sencilla y humildemente como había vivido- al otro lado de la frontera. Como una brizna en un torrente.
A Machado lo llevamos todos dentro de nosotros, formando parte, de nuestro propio ser. Es una de esas cosas de nuestra España de que no podemos prescindir, aunque queramos. Una España que amó desde las telas mismas de su corazón. Un amor que no fue apego al terruño, sino emoción racial.
Solitario y silencioso pasó por la vida. Era una mezcla admirable de sencillez y fortaleza. Fue hombre de limitados horizontes. Sólo se movió por tierras de Castilla y Andalucía, al contrario que sus compañeros de generación.
Así como Paul Valery parecía y era un empleado de banco, y Lorca un campesino olivarero por su traza exterior. Machado daba la impresión de ser un notario o un abogado de provincias. Grande, sonriente, con cara de señor rural.
Instalado en Madrid, en torno al poeta se crea una leyenda. Su corazón solitario parecía presentir que llegaría esa nueva primavera con al que soñaba:
-          ¡Yo viviré mi juventud un día!

Y en efecto, llega un día en que el poeta, al filo de los cincuenta años, encuentra a Guiomar, o acaso, Guiomar le encuentra a él después de admirar apasionadamente su poesía.
Pero esa flecha certera, que llegaba a deshora, tardíamente se le clavó, muy hondo en su corazón, aunque exclamara:
-          ¡Cuán tarde ya para la dicha mía!
Machado sintiose preso de esa pasión que venía a rejuvenecerle como una nueva primavera, y a ella se entregó
-          Tu poeta.
-          Piensa en ti. La lejanía es de limón y violeta.
Son años deliciosos a pesar de las continuas luchas y fracasos. La gran felicidad de Don Antonio consistía en esperar siempre todas las cosas importantes, como así ha ocurrido, para después de su muerte.
Sabía que su misión en la vida era solo escribir. En ningún momento apeteció bienes ni riquezas. Tenía una ancha frente destinada a que la patria la habitase.
La guerra civil le sorprende en Madrid. Su hermano se ha ido a Burgos y Guiomar, a Portugal.
-           La guerra dio al amor el tajo fuerte
Son momentos tristísimos para Machado que vive abrumado por una carga de humanidad, de bondad y de honradez en la que no se incluye nunca la postura pseudopurista.
-          Mientras retumba el monte, el mar humea,
-          Da la sirena el lúgubre alarido,
-          Y el azul el avión platea,
-          ¡cuán agudo se filtra hasta mi oído,
-          Niña mortal, infatigable dea,
-          El agrio son de tu rabel florido.
Estos versos fueron escritos en Barcelona mientras se aloja en el Hotel Majestic.
Machado se entrega en estos días a pasear a su “Juan de Mairena”; al pelmazo de “Juan de Mairena” como le denominó Cossío.
Su prosa es de circunstancia, en la que nada esencial, nuevo, o superador dice. Con un tono intelectual muy inferior a sus posibilidades normales. La poesía verdaderamente lítica desaparece; no tiene la hondura y grandeza de su producción anterior. Los versos a Lorca asesinado poseen dignidad, ideológica y formal, pero nada más.
Parece como si el mismo hubiese presentido este cambio.
-          Poeta ayer, hoy triste y pobre filósofo trasnochado,
-          Tengo en moneda de cobre el oro de ayer cambiado.

Tras meses de incertidumbre debe tomar el amargo camino del exilio, y pasar la frontera. Durante el duro viaje Don Antonio se desvaneció. Perdió todo lo que le quedaba en el equipaje. En el bolsillo llevaba tan sólo diez pesetas.
-           Y cuando llegue el día del último viaje
-          Y esté al partir la nave que nuca ha de tornar,
-          Me encontrareis a bordo, ligero de equipaje,
-          Casi desnudo, como los hijos de la mar.

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