miércoles, 15 de mayo de 2019

LUCHARON EN TRAFALGAR


Trafalgar es una consecuencia, no un punto de partida. La superioridad naval inglesa ya se había puesto repentinamente de manifiesto y en Trafalgar quedó confirmada. Una batalla que ya desde antes de ser disparado el primer cañonazo estaba ganada por los ingleses.
El tratado de Amiens de 1802 devolvió a España la paz, tras unos años de guerras marítimas. Una paz que fue poco duradera debido a las hostilidades desencadenadas por la armada británica con el incendio de la goleta “Extremeña” en las costas de Chile.
Un débil Carlos IV sometido a los dictados de Napoleón, se comprometió a armar una fuerza de 30 navíos, algo de lo que no estaba convencido fuera posible el jefe de la Escuadra española Gravina. Una armada que serviría de apoyo a los planes de Napoleón de desembarcar en Inglaterra.
La situación de la Marina española era desastrosa como consecuencia de la postración del país y la desidia de sus gobernantes. Muchos de sus barcos, se pudrieron en los arsenales; por lo que a la hora de la verdad, es decir del comienzo de la guerra, la Armada española contaba con poco más de treinta navíos.

A la falta de naves se unía la falta de tripulaciones instruidas, y no se podía contar con lograrlas debido a la miseria y a las epidemias que habían asolado el país. Sólo en Andalucía perecieron más de cien mil personas. Con este panorama de poco servia el cuerpo de oficiales, magníficamente preparados, y amantes de su profesión hasta el sacrificio.
La Marina inglesa era el reverso de la medalla. Superior a las armadas francesa y española juntas, armaba más de 200 naves; hecho importante pues les permitía arriesgar sus escuadras, teniendo la certeza de que sería rápidamente reemplazadas. Entre las tripulaciones llegó a surgir una corriente de hermandad y compañerismo que abarcaba desde el mismo almirantazgo, hasta el último de los marineros. Entre las muchas virtudes que adornaba a Horace Nelson, destacaba la de ser un excepcional conductor de hombres; siempre satisfecho de sus subordinados, a los que era capaz de infundirles un extraordinario espíritu de cooperación.
Los franceses habían ido suprimiendo los grandes navíos y así, en Trafalgar, no combatió ninguno de más de tres puentes. En Trafalgar combatieron buques bastante viejos, como el español “Rayo” que había sido botado en la Habana en 1749.
Las tácticas de combate de ingleses y franceses eran bien diferentes. En tanto que los segundos eran partidarios de tácticas defensivas, y acérrimos defensores de la línea de fila; el espíritu de los ingleses era ardientemente ofensivo, debido a la conciencia de su superioridad, no sólo de sus barcos, sino de sus apretamiento e instrucción de las tripulaciones.
Las armadas francesa y británica comenzaron a fondear en las costas de Cádiz. La combinada franco española en el puerto gaditano, y la británica a treinta millas de la costa. Una estrategia usada por Nelson para inducir la salida de la Escuadra Combinada.

Al anochecer las dos flotas estaban bastante próximas y los ingleses sabían perfectamente la situación y disposición de la “La Combinada”; en tanto que esta sólo tenía una idea aproximada cual era la ubicación de los navíos británicos.
Siguiendo las órdenes del almirante Villeneuve la flota francesa se situó en línea a la espera del ataque los ingleses; algo que a la postre resultó desastroso. Antes las tácticas usadas por el francés, y las órdenes recibidas, el almirante Churruca dijo:
La flota está perdida. El almirante francés no sabe lo que hace. Nos ha comprometido a todos”
Por su parte el almirante Nelson lanzó a sus hombres su último y famosos mensaje:  Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber”.
La responsabilidad que pesaba sobre Villeneuve era superior a sus fuerzas; y no ocultaba su actitud derrotista. Una actitud que ya había manifestado al informar su temor al medirse con la flota británica. No se trataba de un temor personal; sino de la seguridad que tenía de que serían derrotados; pues sabía que las escuadras puestas a sus órdenes eran completamente inadecuadas para lograr la victoria. Los hechos le dieron la razón.
La mayoría de los autores han vilipendiado la figura del almirante francés; sin embargo, Villeneuve era un buen marino; lo que no le exculpa de haber cometido una serie de errores que llevaron a la derrota más famosa de las Armadas española y francesa.

Texto de J.L. Alcofar Nassaes








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