martes, 14 de mayo de 2019

ESPRONCEDA: aventurero y gran poeta


Espronceda es nuestro Lord Byron. Del desdeñoso e impulsivo caballero inglés tenía la pasión por la Libertad, el genio aventurero y mudable y una musa brillante e irregular.
De José Espronceda no podemos decir existan pocos recuerdos y papeles, pues con él no se cumplió ese destino que ha seguido a otros grandes escritores y eso otro de que “escribir es llorar”. Al gallardo poeta le trató bastante bien en vida, y muerte la sociedad española.
Se busca en nuestros días cambiar su imagen buscando en él un sentido de la responsabilidad que a decir de sus contemporáneos no tenía. De él se afirmó que era “un muchacho travieso terror de la vecindad”.
Valera dijo de él que era “un joven de desvergonzadas, impías, y groseras palabras de y de lujosa inmoralidad”.
Lo que es cierto es que hacia la treintena ya iba camino de la seriedad, y de formalizar su vida pública y privada. Hasta el punto de que, de no haberle matado la enfermedad habría acabado como gran personaje de la Corte isabelina.
No gozó de la simpatía de escritores como Baroja; sin embargo, les gustaba Espronceda de quien llegó a escribir en 1901:
En nuestra flora intelectual ya no hay árboles gigantes como El Greco, como Zurbarán, o como Espronceda, no hay más que cipreses y arbolitos en forma de bola”.
Su propia nacencia no estuvo exenta de una cierta leyenda. Unos afirman que nació en medio del campo; y otros que lo hizo en el palacio de Monsalud. Ciudad de Almendralejo a donde llegó la familia en retirada hacia Portugal.
Con quince años fundó la sociedad secreta Los Numantinos, de carácter antiabsolutista.
Condenado a reclusión en un convento de Guadalajara, era ya un poeta que escribió versos como estos:
De los pesados siglos la memoria
Trae a mi alma inspiración divina
Que las tinieblas de la antigua historia
Con sus fulgentes rayos ilumina...”
Espronceda sale de España, recalando en Lisboa, según dice “llevado de mis instintos de ver mundo”.
Las terrazas de Santarem le sirvieron de inspiración:
Yo, desterrado en la extranjera playa
Con los ojos extáticos seguía
La nave audaz que argentada raya
Volaba al puerto de la patria mía
Yo cuando el Occidente el sol desmaya
Solo y perdido en la arboleda umbría
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar el viento.”


La visita de los extranjeros conflictivos no es del agrado del gobierno portugués, y Espronceda se ve obligado a embarcar hacia Londres, donde se incrusta en los que integran el mundillo liberal apoyados por el Duque de Wellington. A orillas del Támesis conoció a Teresa, de la que se enamoró perdidamente. Teresa se casó; pero, no con José.
Ya en París, se integra en los grupos románticos de claro componente balzaquiano.
En los motines de París de 1830 estuvo, cómo no, nuestro poeta; que en su obra “El estudiante de Salamanca” escribe:
Alma fiera e insolente
Irreligioso y valiente
Altanero y reñidor
Siempre el insulto en los ojos
En los labios la ironía
Nada tiene y toda fía
De su espada y su valor”.
 Desde las alturas de Bayona, escribe:
A su despecho deja las armas
Con que del Sena al Pirene
Se lanzó por libertarla.”
De nuevo en Madrid, coincide de nuevo con Teresa, con la que mantiene una discreta relación, Espronceda se convierte en hombre público.
El poeta colabora en los principales periódicos de Madrid, funda revistas, publica sus Obras Completas, y es nombrado secretario en la embajada en los países bajos, y en 1842 diputado; pero, muere ese mismo año.

Texto: Pedro Ortiz Armengol





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