Hace unos pocos años Andorra era
un valle perdido en los Pirineos donde no lleva ni la carretera; una reliquia
feudal regida a la vez por el obispo de Urgel y por el presidente de la
República francesa. Actualmente es un animado centro turístico y prospero
emporio comercial. Su escasa población nativa, se encuentra sumergida cada fin
de semana, por alud de millares de viajeros que visitan el principado.
¿ Cómo se ha formado este
diminuto país?
“Carlemany, el nostre pare...” así empieza el himno oficial andorrano:
proclamando su fidelidad al gran emperador que mereció se llamado “ el padre de Europa”. Y así empieza también
la historia y la leyenda de este pequeño país, aunque sus orígenes remotos son
mucho más lejanos. Polibio nos habla ya de los “andorranos” al describir los diversos pueblos iberos.
El nacimiento de los valles de
Andorra como entidad política se produce en la época carolingia. En el acta de
consagración de la Catedral de Urgel, fechada en el 839, hallamos documentadas
las seis parroquias que aún hoy forman el Estado de Andorra.
En el siglo XI, el obispado
infeudó estas posesiones a los señores Caobet, de quienes heredaron los
derechos feudales, a principios del siglo XIII los condes de Foix. Esta fue la divisa
de los señores de Foix: “Tócame si te
atreves”. Más tarde cambiado por los andorranos por el de “ “Valientes y unidos”.
Situados entre los obispos de
Urgel y los condes de Foix, los andorranos debieron desplegar toda su astucia y
todo su valor para nos ser devorados por tan poderosos señores. Quizás tuvieron
presente aquel refrán árabe que aconsejaba: “Cuando
se sirve a dos señores y no queda otro remedio, hay que ofender al más poderoso”.
Las frecuentes disputas entre los
condes y los obispos se solucionaron por medio de los acuerdos llamados “pareajes”.
El obispo de Urgel en 1419 creaba
un “ Consel General Popular”
Tras su anexión al reino de
Aragón en 1512 por Fernando el Católico los reintegro unos años más tarde a su
segunda esposa Germana de Foix ( ya conocida por anteriores relatos).
El principado se regía, en la
práctica, por unas normas que se transmitían verbalmente; y no fue hasta el
siglo XVIII que estas máximas de buen gobierno fueron recogidas por escrito.
Eran, en total, 55 normas que el jurista andorrano Antoni Fiter i Rossell
recopiló en el año 1748 , en el volumen llamado “ manual digest”.
La Revolución Francesa, al abolir
todos los derechos feudales, renunció a los que pudiera ostentar sobre la
pequeña república, pero a petición de los propios andorranos (que no querían verse
sometidos únicamente al obispo de Urgel) el emperador Napoleón , por un decreto
imperial de fecha 26 de marzo de 1806, transformó el coseñorío tradicional en
coprincipado, con el consentimiento del pueblo andorrano y de la mitra de Urgel.
Las revoluciones y las guerras
civiles españolas tuvieron sus repercusiones en Andorra, que se dividió en
conservadores y liberales: los primeros episcopalistas; los segundos
francófilos.
La llamada “Ley de la nueva reforma” promulgada en 1866 por el obispo José Caixal,
representó una cierta democratización; pero las rivalidades internas y las
divergencias entre los dos copríncipes no alcanzaron su punto culminante hasta
1867, a propósito del establecimiento de un casino de juego.
Texto de David Ferrer.
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